Estamos acostumbrados, cuando pensamos en el siglo XIX de Navarra, a imaginarnos una Montaña pobre, marginada, euskaldún y por supuesto contraria a la España unida, moderna y constitucional. Una montaña “depósito de la identidad perseguida” y todas esas cosas. Qué pena que todo eso se ha demostrado que es, sin más, mentira.
Hace muy pocos meses, el profesor de Historia la UPNA Ángel García-Sanz presentó en la Universidad de Vitoria una investigación original sobre la elección liberal de los valles pirenaicos navarros. En su trabajo “La Confederación liberal de la Montaña. Valles navarros vascófonos por la causa nacional”, el profesor García-Sanz analiza el patriotismo liberal de los valles pirenaicos navarros en el siglo XIX… y con ello lleva la contraria a muchos políticos de los siglos siguientes que han hecho su propia ecuación propagandística, falsa, entre euskera, carlismo, fueros y navarridad. Una imagen que García-Sanz desmonta en todas sus partes.
Hablando de los factores de nacionalización en la sociedad española contemporánea, el profesor García-Sanz explica la importancia de los liberales isabelinos durante la primera guerra carlista, ya que llegaron a movilizar a miles de hombres contra el dominio legitimista. Es decir, contra lo vulgarmente aceptado Navarra no fue mayoritariamente carlista como después no ha sido mayoritariamente nacionalista vasca. Como la mayor parte de España, nuestro Pirineo fue liberal.
En especial, los valles pirenaicos de Aézcoa, Salazar y Roncal, junto a Valcarlos, se pronunciaron en este sentido y fueron importantes pilares de la causa isabelina, a pesar de las posibles diferencias que se dieran entre ellos. Y esos valles eran vascoparlantes, y esos liberales y nacionalistas españoles aparecidos en el Pirineo y formadores de la Milicia Nacional hablaban habitualmente los distintos dialectos del vascuence.
En este sentido, aporta información sobre los levantamientos de los liberales en estas comarcas, sobre todo cuando en 1836 se creó “La Confederación liberal de la Montaña”. En aquellos valles, que en las décadas siguientes dejaron de hablar euskera, se sublevó la gente… para defender la Constitución y la bandera. Destaca que la primera guerra carlista fuese un factor de primer orden para que dichos valles pirenaicos siguiesen los parámetros propios de patriotismo liberal, ya que se movilizaron en pro de “la causa nacional y las libertades patrias”. En su investigación, el profesor García-Sanz destaca de manera innegable la implicación de los habitantes del Pirineo navarro en el proceso de construcción nacional, la cual pudo ser directa o indirecta, consciente o inconsciente, lo que tiene especial significación tratándose de comarcas vascófonas, que luego se empobrecieron y sólo muy tardíamente en el siglo XX recibieron semillas del recién inventado nacionalismo vasco, que llegó mucho más tarde.
Fue un momento de resistencia, de alguna manera parecido a éste del siglo XXI. Y Ángel García-Sanz lo dice sin tapujos: “En efecto, estos valles fueron el mejor exponente de que, para combatir a los carlistas, era necesario contrarrevolucionar la Navarra contra la Navarra”. Es decir, si uno combate una guerrilla identitaria necesitará usar muchas de sus herramientas de resistencia social. Unos y otros, organizaron fuerzas armadas propias; unos y otros, hicieron la guerra de guerrillas; unos y otros aprovecharon las montañas que conocían; Y unos y otros, luchando por su visión de España, lo hicieron en vascuence. Todo un ejemplo, y una lección.
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