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lunes, 6 de junio de 2016

San Fermín, viajero y evangelizador en las Galias


Hay quien dice que los detalles que se conservan de la biografía de San Fermín no tienen base histórica.  Por otro lado, hay quienes quisieran que su efigie se quedara encerrada en la capilla, y así intentar parar la devoción popular que se acrecienta cada año.  Sin embargo, aunque la existencia no pueda basarse en documentos históricos, la tradición y la leyenda también tienen su importancia en la formación de la cultura de un pueblo.  Y resulta que la fama de San Fermín como buen orador y evangelizador hace muchos siglos que traspasó nuestras fronteras, y esto sí que no hay quien lo tape, por mucho que quieran encerrarlo y acallarlo. 

La tradición cuenta, por tanto,  que  San Fermín fue hijo del senador romano Firmus y que nació en Pamplona a mediados del siglo III d.C.  Pero cómo transcurrió su vida, desde que su familia se convirtiera al cristianismo, es una cuestión poco conocida.


Fue bautizado por Honesto,  discípulo de San Saturnino, y se formó en Humanidades y en doctrina cristiana.   A los treinta años, después de haber sido ordenado obispo en Toulouse, le encomendaron la evangelización de las Galias.  Tras pasar los Pirineos, llegó a la ciudad de Agen, donde el paganismo era moneda corriente.  Allí conoció al presbítero Eustaquio y, en su compañía, instruyó a la ciudadanía en las verdades cristianas.  Después vivió en Clermont-Ferrand, donde consiguió la conversión de los jueces Arcadio y Rómulo tras una discusión sobre los ídolos paganos.  Más al norte llegó hasta Beauvais, porque supo que el gobernador Valerio perseguía a los primeros cristianos y los martirizaba. Y así fue, viendo Valerio el éxito de la oratoria del de Pamplona, lo encerró cargado de cadenas y mandó que lo azotaran. 

Finalmente, fue en Amiens  donde se estableció y realizó una intensa actividad apostólica, por la que fue muy respetado por la población, que poco a poco fue abandonando el politeísmo impuesto por el Imperio romano. San Fermín era conocido por su elocuencia, astucia y sagacidad, lo que acabó atrayendo la ira del gobernador y los sacerdotes de los templos existentes. 

25 septiembre: San Fermín, obispo de Amiens y mártir

Así, siguiendo órdenes del emperador Diocleciano de perseguir a los cristianos (febrero de 303), el gobernador Sebastián mandó apresar a San Fermín y someterlo a juicio.   El interrogatorio comenzó así: “¿No eres tú ese malhechor que aleja al pueblo de la religión de los emperadores?”    A lo que él respondió con gran seguridad que procedía de Pamplona, de una familia senatorial, y había sido enviado a predicar el Evangelio a las Galias, para enseñar al pueblo que hay un solo Dios misericordioso.  Al escuchar esto, el gobernador le reclamó que renunciara a su locura y se sometiera a la religión original de sus padres, si no quería sufrir penalidades.

En lugar de dejarse intimidar, parece ser que San Fermín pronunció estas palabras: “Has de saber, presidente Sebastián, que no temo las penas con que amenazas. Lo que me apena es que en tu vanidad e ignorancia creas que yo, servidor del Dios inmortal que todo lo domina, me voy a doblegar con tus tormentos… Con cuántas más penas me amenaces, tanto más me dará mi Dios la virtud de soportarlas a fin de que merezca alcanzar la corona inmortal”.   El gobernador quedó sorprendido por su constancia y fuerza en la predicación. Pero no se apiadó, y ordenó a sus soldados que lo prendieran y lo encerraran en la cárcel.   Fue decapitado a espada en la noche del 25 de septiembre del 303. 

El culto a san Fermín se inició en Amiens, lugar de su martirio. La tradición habla del hallazgo de sus reliquias a comienzos del 615, siendo trasladadas el 13 de enero de ese mismo año a la catedral de Amiens bajo el pontificado de Salvio. En el siglo XII, el culto al santo adquirió gran popularidad en la ciudad francesa, gracias a la labor del obispo Godofredo.  Desde entonces, la devoción al santo obispo y mártir no ha dejado nunca de estar presente en la ciudad de Amiens, como se puede comprobar en la catedral de esta ciudad, donde su vida aparece narrada en varios relieves y esculturas.

Los cuatro relieves cuentan escenas de la vida de San Fermín.  Incluso se puede observar el momento de la decapitación en la parte derecha de la imagen: San Fermín arrodillado ante un verdugo con espada

La devoción a San Fermín en su tierra de origen comenzó después de otro gran viaje, el de sus reliquias de vuelta a su tierra. En Pamplona, no se encuentra ningún testimonio sobre el culto a san Fermín hasta el siglo XII, cuando Pedro de París, obispo de esta sede, recibió de Amiens unas reliquias del cráneo del mártir (año 1186). Parece que la devoción al santo extendida en aquel tiempo habría llegado de manos de los inmigrantes francos asentados en Pamplona. Su culto se intensificó en el siglo XVII hasta tal punto que el papa Alejandro VII proclamó, el 14 de abril de 1657, a San Fermín y a San Francisco Javier co-patronos igualmente principales de Navarra.   Además, San Fermín es también patrono de la diócesis de Pamplona.     


Referencias y más información en:

Calíope

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