Casi todas las encuestas de estos días, empezando por las oficiales del CIS, dan otra vez 2 diputados a UPN-PP, otros 2 a Podemos y 1 al PSN. Es decir, que Navarra ha perdido 6 meses desde las elecciones de diciembre para volver a mandar a Madrid a Ione Belarra y Eduardo Santos de Podemos, a Carlos Salvador e Íñigo Alli de UPN-PP y a Jesús Mari Fernández del PSOE. No parece una buena inversión ni es un buen negocio. No desde luego si se trata de defender los intereses de Navarra en España y de que no nos defraude aún más el sistema político.
Y el 26J parece que tendremos más de lo mismo, que no es bueno. Once candidaturas concurren en Navarra a las elecciones generales repetidas. Entre los 11, divisiones y más divisiones. Como siempre, unos quieren cambio y otros continuidad. Unos quieren unidad nacional de España otros fomentan o al menos pueden aplaudir su ruptura. Unos de izquierdas y otros de derechas, aunque no sepamos con claridad qué quieren decir. Unos apoyan el cuatripartito de Uxue Barxos (pero van en 4 listas distintas) y otros dicen que lo rechazan (pero en muchas cosas le ríen las gracias y no se unen contra ella).
El cuatripartito es casi de chiste. Unidos como una roca en las políticas antiespañolas del actual Gobierno de Barkos, se presentan por separado al Congreso y al Senado, defendiendo programas diferentes. ¿Son lo mismo o no lo son?
En diciembre de 2015, por ir solos y por la subida de Podemos, Geroa Bai y EH Bildu perdieron los escaños que tenían en el Congreso. Formalmente, sólo un escaño en el senado se quedó para los nacionalistas, y sólo por una ficción fallida de coalición. Ahora no se les augura ni eso. IU, por supuesto, sigue fuera del Congreso y del Senado por Navarra, como casi siempre.
El gran cambio político de diciembre del 15 fue que Podemos quedó como segunda fuerza por Navarra y consiguió dos escaños. Son, en votos, los líderes de la coalición de Barkos. ¿Eso hace al nacionalismo más débil? Desde luego que no. Pablo Iglesias, si necesita al nacionalismo vasco, pedirá su apoyo y sus votos y le dará a cambio lo que exija, sea Navarra sea independencia. Curiosamente, con más diputados no-nacionalistas y menos diputados abertzales Navarra está en más peligro que antes. Y esto es el resultado de una buena jugada estratégica de Podemos: acuden solos a las urnas con lo que pueden decir dentro y fuera que no son abertzales, que defienden lo mismo que en toda España y además captan votos navarros de protesta que nunca votarían nacionalista; y a la vez juegan con sus resultados y los de los abertzales para sus maniobras de poder en toda España.
El único cambio que puede haber en Navarra es en el quinto escaño al Congreso… si el PSN no da la talla con Pedro Sánchez y deja de ser tercera fuerza, su escaño podría ir a quien les sustituyese, sea Bildu sea, más improbablemente, Geroa Bai. Ciudadanos necesitaría crecer mucho para llegar a disputar ese puesto, aunque tuvo en diciembre un buen resultado de los decepcionados por el centrismo oficioso, y eso pese a una campaña agresiva desde un foralismo muy mal entendido.
La verdadera cuestión no son unos resultados que más o menos conocemos ya… lo angustioso es qué sistema político tenemos cuando nos presentan al senador José Cruz Pérez Lapazarán como un modelo de rejuvenecimiento de la política y de lucha contra la corrupción, la política profesional y la mezcla de intereses empresariales; o al eurodiputado Pablo Zalba como un modelo de entrega, vocación y formación políticas; o a los candidatos batasunos de Bildu, aliados hoy y siempre de los podemitas, como defensores de la identidad de Navarra. Yendo así, gane quien gane, perderemos todos.
Caius
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