¿Qué está pasando realmente en Podemos Navarra? Pero, ante todo, ¿qué puede pasar?
Los navarros venimos observando, con una gran sonrisa en el rostro, la crisis desatada por el personalismo sin freno de Laura Pérez y aquéllos a los que ha conseguido enganchar: nada menos que 4 de los 7 parlamentarios forales.
El problema de Podemos Navarra se llama Laura Pérez, efectivamente. Pero debemos partir de la siguiente premisa: Laura Pérez es prototípica de los tiempos en que vivimos. Progre a más no poder, hija de progres a su vez, beneficiaria de las grietas –contrataciones más que dudosas- del sistema que critica, individualista a tope pese a militar en un partido con sentido de lo colectivo… Es un fruto de su generación, una encarnación perfecta del sistema de adoctrinamiento y de las corrientes de moda de las últimas décadas: el “porque yo lo valgo”, de L’Oréal, bien podría sintetizar esta tesitura. Derechos sin obligaciones, críticas sin límites, la coherencia para los demás, palabrería sin fin, oportunismo amoral, utilitarismo, postureo hiperactivo…
Pero Laura Pérez supo estar en el momento y el lugar adecuados. Y de aquellos polvos, estos lodos; no en vano, toda una generación educada en los tópicos hoy imperantes, exigió su parte del pastel. Tras acusar ferozmente a “la casta” de todos los males del mundo, renunció al “asalto de los cielos” para pillar un trozo de tarta…. “porque yo lo valgo”.
El partido Podemos constituye, antes que nada, el enésimo intento de renovación de una vieja izquierda anquilosada.
Cada generación izquierdista, más por impulso biológico que por verdaderos apremios doctrinales -aunque la dialéctica hegeliana algo tenga que ver-, exige su lugar al sol y su protagonismo en la Historia.
Felipe González se cargó a la “vieja guardia” del PSOE. Agotado este PSOE, procedía una renovación acorde a los nuevos tiempos y sus nuevos valores; si bien muchos comportamientos de tantos podemitas son similares a los de los “viejos” a los que recusan: hipocresía e incoherencia personal, sentimiento de superioridad moral, creencia de partir de cero rechazando cualquier arraigo biológico y comunitario, gusto por los bienes materiales y la buena vida, identificación y demonización del “enemigo” a batir…
Podemos es una organización de corte marxista-leninista, al menos en lo que se refiere al equipo dirigente estructurado por Pablo Iglesias. Pero los mimbres de los que se han servido para edificarlo, no son bolcheviques al viejo corte; sino gentes de hoy, con las necesidades y los gustos de hoy.
Para poder encarar esta realidad antropológica, los impulsores de Podemos asumieron algunos tics definidos como “populistas” –por analistas y periodistas- en su carrera hacia el poder, lo que generó no pocas contradicciones.
Además de este problema de carácter antropológico, Podemos debía resolver una cuádruple fractura interna: Liderazgo leninista versus militancia de tics asamblearios; centro frente periferias; centralismo contra tendencias internas; revolucionarismo o gradualismo.
Tal cóctel hacía inevitable una sucesión de contradicciones y reajustes; expulsiones y defecciones.
En todo caso, la cuestión que determina –finalmente- tales convulsiones es la de la cultura organizativa y la disciplina de grupo. Es un clásico en Ciencia Política la clasificación de las culturas organizativas de la izquierda en tres modelos: el centralismo democrático de arriba hacia abajo característico de los partidos comunistas, pero también de buena parte de la social-democracia; el estilo asambleario, de raíces más libertarias, encarnado hoy por las plataformas municipalistas y las PAH, y el fraccionalismo leninista de “tiempos de paz”.
Podemos, en resumen, y su extensión navarra no es una excepción, es la criatura de un pequeño grupo directivo, muy cohesionado, que ha agrupado diversas oleadas de simpatizantes y militantes, muchos de ellos procedentes de causas ciudadanas diversas; en todo caso alejados del modelo de militancia rígido y paramilitar que caracteriza a todas las sectas marxistas-revolucionarias. Su estructura inicial, la de los célebres “círculos” -que recordaba en su proclamas iniciales, salvando y mucho las distancias, la de los soviets rusos del 17-, se ha visto desbordada por la realidad: es imposible mantener una estructura asamblearia de manera permanente en todas sus esferas de competencias y ámbitos de decisión. Por ello, las sucesivas denuncias de ausencia de democracia interna, que se han manifestado a lo largo de toda la geografía española, eran inevitables. Laura Pérez ha hecho propias tales denuncias, manifestándose “perseguida” –ella y los suyos- por la dirección impuesta por Pablo Iglesias; pero sin crítica política o ideológica alguna de peso, por su parte, salvo lemas muy manidos. Su ulterior acercamiento a la tendencia/partido Anticapitalistas fue un tanto incomprensible, visto desde fuera. Laura Pérez no parece que sea una feroz trotskista, pero iniciada la crisis de liderazgo, buscó apoyos a nivel nacional: un mal cálculo. Si Pablo Iglesias ya tenía motivos para deshacerse de ella, semejante torpeza fue la gota que colmó el vaso.
En cualquier caso, era muy difícil transformar caprichosos niños de papá en obedientes y disciplinados bolcheviques.
Como contraste al de Laura Pérez, es paradigmático el papel de la histórica Tere Sáez. Aparentemente se alineó, en un principio, con Laura Pérez, quien, no olvidemos, ha sido acusada de un ejercicio ilícito, personalista y crematístico de sus cargos políticos. Teres Sáez, buena conocedora de las culturas organizativas de izquierdas, terminó virando hacia el sol que más calienta, Madrid; pues bien sabe que no se puede luchar contra una dirección nacional. No en vano, fuera de Podemos, ¿qué puede hacer Laura y los suyos? ¿Fundar un nuevo partido? Semejante aventura la hundiría irremediablemente, pues carece de capital y prestigio político alguno; por mucho que controle –de momento- a la mayoría de parlamentarios forales de Podemos. Y, a estas alturas, no puede esperar misericordia alguna por parte de Iglesias, Santos y demás.
A efectos prácticos, en el peor de los casos, el “proyecto del cambio” del actual Gobierno de Barkos, se sustentaría en cinco patas, y no en cuatro como hasta ahora. No pasa nada: es mucho lo que les une a todos ellos; el poder, nada menos. De hecho, la mayoría gubernamental no corre peligro: pero sí podrían sufrir ciertos desajustes en el día a día del Parlamento Foral y, acaso, una ralentización en la adopción de nuevas iniciativas legislativas. Que nadie espere, pues, que a raíz de este conflicto interno, de Podemos, Barkos se quede sin su sillón…. Por lo menos hasta el término de esta legislatura.
De consolidarse una escisión liderada por Laura Pérez y sumar cierta cosecha de votos en futuras convocatorias electorales, ello acarrearía una pérdida en el número neto de parlamentarios del mal denominado “bloque del cambio”, a causa del impacto de la normativa electoral; que bien podría beneficiar a sus rivales del centro-derecha y el PSOE, generando nuevas alianzas gubernamentales. Pero todo ello es mucho suponer. El sentido común, la disciplina interna, el descontento de su electorado, y las medidas coercitivas que apliquen Pablo Iglesias, Eduardo Santos y los suyos sobre los disidentes, reconducirán favorablemente, antes o después, esta gran crisis de Podemos en Navarra.
Los aficionados a los grandes debates ideológicos se habrán quedado muy decepcionados: detrás de la protesta y la cabezonería de Laura Pérez únicamente hay humo “porque yo lo valgo”.
Una paradoja de la Historia: el prototipo humano de Podemos -partido que tras desenmascarar a “la casta”, asaltaría los cielos e implantaría la justicia universal- es similar en anhelos y apetencias al destilado por la globalización del “neoliberalismo salvaje”. Divertido, ¿no?
Sila Félix
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