Las manifestaciones del pasado 8 de marzo desarrolladas en España, han tomado desprevenida a buena parte de nuestra clase política; también a no pocos comunicadores sociales, quienes se han conformado con repetir, como papagayos, los eslóganes de moda.
Mientras que algunos hablan de “movilización histórica”, que marcaría un antes y un después, otros afirman que se trata de un fenómeno politizado y manipulado.
De entrada, al fenómeno del 8-M hay que reconocerle, por una parte, cierta capacidad de movilización y, de otra, la confluencia de dos generaciones de mujeres muy diferentes.
Desde este contexto, y en un intento de no quedarnos en su superficie, a continuación esbozaremos algunas claves explicativas -desde nuestra experiencia concreta- del espectáculo que llenó plazas y ciudades, galvanizando televisiones y redes sociales.
1.- Las manifestaciones no partían de la nada. Existía, y existe, un pensamiento generalizado previo, muy potente, radical-progresista, muchas veces nominado como feminista, que se ha venido imponiendo socialmente: en los medios de comunicación, las instancias decisorias de ámbito internacional, los movimientos pedagógicos y educativos (especialmente los de voluntad o pertenencia estatal), la mayoría de los partidos políticos. Y, fruto de tamaña presión y ejercicio de voluntad colectiva, se ha impuesto como hegemónico a nivel de redes sociales y de calle; es decir, se ha convertido en “mentalidad común”. En todo caso, este movimiento, que viene configurando el denominado “pensamiento único” y lo “políticamente correcto”, tiene un alcance planetario. A ello nos referimos cuando hablamos de “mundialización”.
2.- En las manifestaciones españolas del 8-M confluyeron, particularmente, dos generaciones. En primera lugar, las militantes históricas del MLF; muchas de ellas encaramadas a puestos políticos y directivos en las administraciones públicas españolas, el periodismo, el “mundo de los artistas” y la Universidad. En segundo lugar, una generación de mujeres muy jóvenes, desde los actuales 15 años de edad, hasta las insertadas en los ambientes post-universitarios. Esta ulterior generación, huelga decirlo, está moldeada psicológica y conductualmente por el sistema educativo imperante y la dinámica propia de las redes sociales. De tal modo confluye exitosamente, el postureo y la necesidad de aceptación individual, un sentimentalismo muy marcado en sus diversas expresiones y la asunción acrítica de una larga serie de eslóganes que alagan relevantes necesidades psicológicas, intelectuales y de sentido, de mujeres de todas las edades.
La bandera de España, arrancada por unos "valientes" entre los aplausos de los manifestantes que fueron a la manifestación Femi-Comunista de Madrid, contenía el siguiente lema: "Viva España Feminista" (VÍDEO): https://twitter.com/NumaraGates/status/971888479327092736
3.- El mensaje y programa feminista no son unívocos: por el contrario, es un concepto problemático. Hay muchos feminismos, pero cuando las portavoces del 8-M hablaron “en nombre” de “las mujeres” y “el feminismo”, en general se remitían a un movimiento con voluntad de poder, de confrontación y de hegemonía; no meramente igualitario. Aunque invocando a media humanidad, esta invocación al combate histórico se enmarca en el pensamiento dualista revolucionario: pobres contra ricos, obreros contra capitalistas, homosexuales frente a heteros, negros y amarillos frente a blancos, laicistas frente a religiosos, nómadas frente a enraizados…, mujeres contra varones, y todos contra el heteropatriarcado (término en boca de todos y todavía no aprobado por la RAE).
4.- La convocatoria anual del 8 de marzo arrastra una dinámica propia, de carácter global, impulsada por las nuevas élites, multimillonarios filántropos y las agencias paraestatales y especializadas de Naciones Unidas; todo ello en los niveles planetarios. A nivel español, y de la propia Navarra, el partido político Podemos ha intentado instrumentalizar la convocatoria, al igual que las restantes fuerzas izquierdistas y nacionalistas: PSOE, Izquierda Unida, EH Bildu, ERC, Bloque, etc. Pero hay que rebajar su capacidad de manipulación y control, especialmente de un Podemos en permanente proceso de definición y, en el supuesto navarro, más preocupado en sobrevivir a su actual enfrentamiento interno. Cuestión distinta es que la imagen media que traslada el conjunto de las manifestaciones a cualquier observador, encaje bastante bien con la del votante habitual de la formación -nada casualmente- morada.
Por el contrario, entre los restantes partidos políticos -PP, Ciudadanos y en nuestro territorio, UPN- no existe agenda ni ambición cultural alguna; es más, desprecian o ignoran la metapolítica y el papel de los “intelectuales orgánicos”, centrándose en una gestión macroeconómica y a corto plazo. Y todo ello independientemente del perfil de su votante nato. Así, o bien han respondido al 8-M con contradicciones notorias, o se han sumado acríticamente a las citas callejeras; pero sin poner empeño alguno en ello, o sin llegar a comprender el alcance y orígenes de todo lo que está sucediendo.
5.- Los nacionalismos separatistas se han sumado, desde hace décadas, a la agenda feminista supremacista, es decir, a su versión más radical. De tal modo han roto con cualquier raíz tradicional que marcara sus orígenes, salvo las folklóricas y coloristas. De hecho, el propio lenguaje autóctono -especialmente el vascuence batúa- viene siendo diseñado en clave rupturista, de construcción nacional, y a lomos de las tendencias que se vienen imponiendo en Occidente. Sin embargo, los nacionalismos rupturistas aportan, con su intensa vida interna y externa, unos componentes comunitarios e identitarios que carecen los partidos de ámbito estatal; lo que les permite convertirse en referencia y polo de atracción de todo tipo de personalidades y “organismos populares” que establecen la militancia y el compromiso social como ejes de acción y expansión reconocibles.
Tales organizaciones colectivistas aportan unos componentes de resonancia comunitaria alternativas a un mundo global caracterizado por un discurso buenista, optimista, pero que -por el contrario- como resultado presentan, al final de sus libérrimos caminos, la soledad y la desvinculación galopantes que vienen golpeando a todos los estratos sociales de Europa; salvo las familias extensa o numerosas que sobreviven –de raíces cristianas generalmente- entre una masa anónima sin voluntad propia.
Izquierda, una de las fotos más horribles que nos dejaron las manifestaciones del día 8.
Derecha, existen motivos para no perdamos la esperanza.
6.- En el 8-M confluyeron, pues, múltiples factores propiciatorios: una revolución cultural previa, entrega y movilización mediática, campaña viral en redes sociales. Recordemos, igualmente al impulso procedente del #MeToo (#YoTambién) hollywoodiense que, acaso, sirviera como catalizador de un ambiente preexistente.
7.- El intento de explicación, del aparente éxito del 8-M, como una mera politización de agentes extremistas externos (Podemos, Soros, La Sexta, etc.), significa no haber comprendido el conjunto de factores en juego; especialmente el rol jugado por ideas y expectativas espirituales e ideológicas. Ninguna explicación simplista o mitificadora es suficiente para comprender la base de lo acaecido el 8-M.
8.- Relativicemos el éxito del 8-M. Cualquier española recibió, vía whatsapp, decenas de mensajes del tipo “tú vales, tú puedes, quiérete, eres estupenda… ven al 8-M”, etc., etc. Pese a la campaña mediática masiva y unánime, el posicionamiento de las élites (política, artística, periodística…), y las facilidades de las administraciones para su éxito, apenas movilizó en la calle a unos cientos de miles de mujeres y alguno de hombres (¿un millón en total?). Ello significa que la mayoría de la población española no participó: por no compartir su filosofía (seguramente los menos), por apatía, indiferencia o pasividad estructural.
9.- Aunque se habló mucho de mujeres de todas las clases y razas, apenas se vieron subsaharianas, musulmanas veladas o hispanoamericanas; salvo anécdotas exageradas por los medios de comunicación. Ello indica que, efectivamente, persiste una cultura machista con mayor fuerza en tales entornos emigrantes; generalmente cerrados y poco visibles. Pero expresa, igualmente, que la sociedad española sufre múltiples fracturas internas en su discurso y práctica aparentemente unánimes; existiendo espacios blindados o poco propicios a los lugares comunes imperantes, especialmente sensibles para la población autóctona.
10.- La confusión ideológica, los discursos contradictorios, los comportamientos excéntricos y de mal gusto, la contradicción existencial de tantas mujeres que se movilizaron en la calle pero dando la espalda de modo simultáneo a la carga anticapitalista y anticonsumista de la convocatoria, etc., señalan hacia una exigencia intelectual muy superficial y una ausencia de debate y reflexión racionales. Tal realidad heterogénea proyecta una masa humana integrada por individualidades solitarias, sin apegos, al albur de modas, adicta a la aceptación social, educada en vivir el presente eludiendo responsabilidades y cargas, y dependientes en última instancia del Estado. Todo indica que ya no existe sujeto revolucionario, sino masas corales de lo políticamente correcto, movilizadas a capricho de la agenda de las élites y su mercado de trabajo.
Cartel del PCE y UJCE en apoyo a la huelga feminista. Las chicas se equivocaron: el sistema no se ha desplomado, ¡se ha reforzado!
En este contexto de globalización y homogeneización de pensamientos y comportamientos, la única alternativa creíble, independientemente de sus mimbres doctrinarios (más o menos derecha, más o menos izquierda, sacralidad, ecología, modelo de familia, modelo de consumo, alternativas de participación política), pasa por experiencias comunitarias que forjen islas de humanización, apoyo mutuo, gusto por la vida y la cultura y resistencia.
Sila Félix
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