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lunes, 22 de octubre de 2018

Barkos, la presidenta ultra que agita el miedo al "ultra"


Hace unas semanas nuestra flamante presidenta de la Comunidad Foral de Navarra reaparecía agitando el miedo a la “ultraderecha” con motivo del debate abierto en torno al funcionamiento de la Renta Garantizada. Como buena política progre y separatista, la Barcos etiqueta de “ultra” a todo aquel que ose criticar cualquier decisión o actuación que adopte su gobierno y los partidos que lo sostienen. 

La paranoia de las izquierdas y separatistas y su delirio de grandeza y de estar en posesión de la única verdad absoluta les hace etiquetar de ultra a todos aquellos que no nos sometemos a sus ideologías y proyectos. De esta manera, etiquetas como ultra o facha ejercen de sambenitos de la inquisición de lo políticamente correcto hasta el punto de que, una vez te sales de las líneas rojas trazadas por la pijo-progresía estás condenado al ostracismo social y la marginalidad política. Incluso es probable que de continuar así las cosas, dentro de poco puedan tener repercusiones económicas y penales, línea que se está adoptando en materias de memoria histórica o ideología de género.

Lo curioso del caso es que, una persona como Barcos tache de ultra a quienes simplemente pretenden abrir un debate sobre el funcionamiento de la Renta Garantizada (lo cual en democracia no solo es legítimo sino sano) mientras que ella es la primera que no ha tenido ningún problema en formar gobierno con otros partidos ultras, eso sí, ultras de izquierdas. 

Para empezar, sus socios separatistas de Bildu no dejan de ser los herederos de batasuna y todo el entramado del MLNV, que hasta hace poco tenía pistoleros liberados a sueldo y continúan teniendo manadas de matones. Los otros socios de la Barcos son los viejos y casposos comunistas de siempre, los que según estimaciones a la baja en cien años desde el triunfo de la revolución bolchevique de octubre en Rusia tienen en su haber la muerte de más de cien millones de seres humanos. Eso sin contar con sus políticas de xenofobia vasquista encubierta, totalitarismo lingüístico, intento de adoctrinamiento o blanqueamiento del terrorismo, políticas del todo “ultras”.

Por si fuera poco, ni bildutarras ni comunistas en los últimos años han mostrado el más mínimo arrepentimiento por las fechorías cometidas en pasados no tan lejanos, mientras que no dudan en mostrar su simpatía pública por regímenes totalitarios como los de Cuba o Venezuela, aunque curiosamente a pesar de conocer el idioma de los mencionados países no emigran para vivir en el paraíso socialista del que tanto suspiran pero no dudan que su meta es convertirnos en una nueva Venezuela. Será que creen que su lugar en esa España bolibarianizada ellos (los comunistas y separatistas) serán la clase dirigente mientras que el resto nos pudriremos muertos de hambre o nos veremos forzados a emigrar.

En algunos países europeos o de otras partes del mundo puede existir un problema con grupos de ultraderecha, sin embargo, precisamente en países como España o Portugal la ultraderecha es tan minúscula parece que no existe. A pesar de todo, para las izquierdas españolas todo lo que se sale de la izquierda es ultra-derecha (según el momento hasta el PSOE es visto como ultra-derecha). Sin embargo el verdadero problema y riesgo para nuestro futuro, nuestra libertad y la democracia hoy no es el problema de la ultra-derecha sino de la ultra-izquierda y los fanáticos ultra-separatistas.

Precisamente ultra-izquierda y ultra-separatistas son los socios de gobierno de una presidenta ultra-pija,  por lo que resulta chocante y hasta cómico que precisamente sea una presidenta “ultra” la que agite el miedo “ultra”. Por fortuna, los tiempos van cambiando y contra más bilis e insultos escupa la ultraizquierda, menos miedo tendremos los demás para seguir con nuestro camino. Como dice el dicho, “ladran, señal de que cabalgamos”. Menos pajas en ojos ajenos y más ver las vigas en el propio ojo, señora presidenta “ultra” Barcos.

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