Si bien intento evitar meterme en berenjenales internacionales, en este caso creo que Colombia nos ha dado una buena lección de dignidad y que podemos aprender de este ejemplo en lo que a negociaciones con terroristas se refiere. El pasado domingo los colombianos estaban llamados a votar en un referéndum un pacto para la pacificación de las FARC, aunque llamarle a esto proceso de paz resulta algo muy cínico ya que pese a lo que se ha dicho, lo que realmente se votaba era un proceso de rendición al chantaje impuesto por este grupo narcoterrorista.
Ya de por sí la pregunta era tendenciosa: "¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?" y la respuesta un escueto "Sí" o "No". Difícil negarse, ¿verdad?; pero la realidad es que bajo este interrogante se escondía un pacto de más de doscientas páginas en el que se recogían condiciones tan humillantes como que la guerrilla pasaría directamente de la lucha armada a la arena política, contando durante ocho años con cinco escaños en el senado y otros cinco en el congreso, sin necesidad de que el pueblo colombiano les vote o no. Criminales con las manos manchadas de sangre en las instituciones, de eso tenemos experiencia en España, ¿o no?
Hay que recordar que las FARC son una parte de un conflicto que ha arrojado unos 250.000 muertos, el 80% de los cuales son civiles. La guerrilla ha tomado parte en la reclutación forzosa de niños soldado, así como decenas de miles de secuestros. Otros negocios turbios con los que principalmente se financian las FARC son el narcotrafico, la extorsión a los campesinos y las explotaciones mineras ilegales.
Este mismo pacto del Gobierno de Juan Manuel Santos con el grupo terrorista de Rodrigo Londoño alias Timochenko, también preveía una suerte de aministía a los guerrilleros de las FARC según la cual no serían juzgados por sus crímenes, mientras que los autores de crímenes de lesa humanidad serían castigados con una reprimenda del tipo a trabajar en la construcción de una escuela. Esta es otra de las bajadas de pantalones por las que los colombianos no iban a pasar, por un estrecho margen eso sí. Este término es muy parecido a la amnistía de 1977 que puso en la calle incluso a los terroristas de ETA con delitos de sangre y que sólo sirvió como prolegómeno de la mayor oleada de violencia etarra.
Mientras en España, desde la extrema izquierda se atacó el resultado del plebiscito, con declaraciones como "El rencor ha ganado", "han rechazado la paz", "tristeza por la victoria de un no a la paz" o "los que ganan con la guerra celebran". Curioso esto viniendo de firmes defensores de los referéndums y la democracia directa, cuando les conviene.
Personajes como Pablo Iglesias siempre salen en La Sexta llamando a dejar que la gente decida, pero sobre lo que ellos quieran y cuando a ellos les venga bien; porque si en Hungría organizaron el mismo domingo otro plebiscito para conocer la opinión de sus ciudadanos sobre las cuotas de acogida de supuestos refugiados que les quieren imponer desde la UE, es porque Viktor Orbán ha de ser un xenófobo y un fascista si deja que los húngaros se expresen al respecto.
Tristeza por la victoria de un NO a la paz, pero cuando está en juego nadie se rinde. Seguimos del lado de los que buscan una Colombia mejor— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) 3 de octubre de 2016
El odio y el rencor ha ganado en el referéndum en Colombia. Malas noticias. Pero esperemos que la paz llegue igualmente.— Alberto Garzón (@agarzon) 3 de octubre de 2016
Hoy más que nunca reiteramos nuestro total apoyo al compromiso por alcanzar La Paz mostrando por @JuanManSantos y @timochenko_FARC— Arnaldo Otegi (@ArnaldoOtegi) 3 de octubre de 2016
Todo lo contario que en Colombia sucede en nuestro país, donde el ejecutivo de Mariano Rajoy retomó la negociación con ETA que comenzó el nefasto José Luís Rodriguez Zapatero. Negociación que en este caso no es que no hayan tenido ni la decencia de preguntarnos a los españoles, sino que directamente es secreta y que está teniendo sus contrapartes por parte del Estado; prueba de ello es la presencia en las instituciones democráticas de quienes amparan el terrorismo de ETA.
Cualquier tipo de prebenda a cambio de que los terroristas dejen de asesinar es una cesión a su chantaje, un balón de oxígeno con el que justificarán la lucha armada como una vía que da resultados; y lo más importante de todo, una traición a las personas que se han dejado la vida luchando contra el terrorismo separatista porque sus muertes no habrían servido para nada. A los etarras les queremos juzgados y en las cárceles.
Hispano
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