miércoles, 7 de septiembre de 2016

De burkinis e ikurriñas


Algunos hemos pasado este verano de 2016 pendientes de esos dos trozos de tela. Para quien haya estado desaparecido y no sepa de qué hablamos, diremos que el burkini es un tipo de bañador que tapa íntegramente el cuerpo de la mujer. La ikurriña no necesita presentación, es esa bandera de otra comunidad autónoma que algunos quisieran ver cubriendo íntegramente la geografía de Navarra.   En ambos casos se trata de utilizar la tela para preparar un cambio político.

Veamos. El burkini es un apaño inventado por una diseñadora australiana para que las musulmanas del mundo occidental puedan ir a la playa pero, en realidad, es una vestimenta que no está autorizada en los países musulmanes, porque moldea las formas. Por lo tanto, ¿por qué se lo ponen aquí, donde, además, no se lo ponían antes? Porque saben que las leyes de esta parte del mundo no van a prohibir que cada uno vista como quiera, como así lo ha dicho el Consejo de Estado francés.  Sin embargo, el problema no está resuelto, porque muchos ciudadanos entienden que esa prenda es la enésima forma que toma el Islam más extremista para irse imponiendo en las sociedades europeas. Y no olvidemos que el Islam no es únicamente una religión; es todo un sistema político-teocrático que domina la sociedad allí donde gobierna.  Ya dijo un líder islámico aquello de: “Gracias a vuestras leyes democráticas, os invadiremos. Gracias a nuestras leyes religiosas, os dominaremos”.  Normal que haya ciudadanos que se resistan a aceptar ciertos cambios, con estas perspectivas de futuro.


Seguimos. El euskogobierno, que va tomando carrerilla azuzado por las ganas de Bildu y Podemos para entrar con personal propio a gobernar, está preparando un cambio en la Ley Foral de símbolos para que cualquier ayuntamiento pueda poner la ikurriña en un mástil apelando a las “diferentes sensibilidades que existen en la sociedad”.  Aquí también se trata de ir poco a poco cambiando los rasgos de la identidad navarra, para conseguir que todos traguemos con cuestiones que incluso suponen utilizar símbolos ajenos si hace falta. Aquí también hay ciudadanos que entienden que la ikurriña es la enésima forma que toma el nuevo sistema para obligarnos a ser otros aunque no queramos, además del vascuence donde nunca se ha hablado, la “memoria histórica” para reescribir la Historia,  y así hasta conseguir la nueva sociedad que pretenden bajo la consigna del manido cambio.



Curiosamente, los ambientes progres defienden ambas situaciones ya que les parece que resistirse es propio de gente retrógrada y anclada en un pasado del que deberían avergonzarse, sea por la historia, por la religión o por el idioma en el que se expresan. Sin embargo, hay ciudadanos aquí y en otros países que ya no están dispuestos a sentirse culpables de la cultura y la forma de entender la vida tal y como la ha recibido de sus mayores, y por ello van a resistir hasta las últimas consecuencias.

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