martes, 29 de septiembre de 2015

Los doce cañones de Velate


Hace 36 años desaparecieron del muy noble escudo de armas de Guipúzcoa la recompensa otorgada por Juana I de Castilla tras la campaña de las tropas vascongadas en la conquista del reino de Navarra, mediante Privilegio firmado en nombre de la reina en Granada el 28 de febrero de 1513.

¿Qué ocurrió para que esos cañones fuesen expuestos como trofeo?

La conquista de Navarra y una breve invasión entre el 10 de julio de 1512 y 9 de septiembre de 1512 fueron comandadas desde Vitoria por el Duque de Alba y terminaron con la jura por parte de Fernando el Católico (rey de Aragón y regente de Castilla por su hija) de los fueros y privilegios del reino el 4 de octubre en Tudela.


La brevísima guerra se explica por la violación por Juan de Albret y su esposa Catalina de Foix (reina nominal de Navarra) del tratado de Valencia en el que Juan de Albret cedió la tutela del reino de Navarra al reino de Castilla en 1488. Navarra estaba en guerra civil entre agramonteses y beamonteses y entre distintos grupos de ciudades, y sus reyes fueron incapaces de poner orden y paz sin la ayuda de su tío Fernando el Católico. Éste, como es lógico, pidió  y obtuvo un compromiso solemne de que Navarra no iría contra los intereses de Castilla y Aragón. En 1512, Juan III y Catalina violaron esa promesa al intervenir con Navarra en una de las guerras de Italia entre su tío Fernando y su señor feudal supremo, Luis XII de Francia.

El reino muy mayoritariamente recibió a castellanos y aragoneses sin resistencia, así lo hicieron todos los beamonteses, muchos agramonteses y casi todas las grandes familias. El Papa había legitimado espiritualmente la conquista, y el propio Juan de Jaso la había legitimado jurídicamente. Pero los reyes franceses se negaron a firmar una rendición pacífica y contraatacaron en varias ocasiones, la primera de ellas en el mismo año de 1512.

En el primero de esos contraataques Juan de Albret asedió sin éxito y sin aliados la ciudad de Pamplona gracias a la rapidez de actuación del Duque de Alba que se replegó a la capital del reino y a que el monarca franco-navarro dividió su ejército en tres columnas.

En la retirada hacia Ultrapuertos salieron a su encuentro por orden del rey Fernando el Católico el noble guipuzcoano señor de Berasategui, el Señor de Lizarra y Diego López de Ayala, con los cuales se encontró de bruces con la retaguardia del grueso navarro-gascón el 7 de diciembre de 1512 en las estribaciones de Velate.

La retaguardia -formada por lansquenetes alemanes (un tipo de mercenarios) que acompañaban parte de las piezas de artillería utilizadas en el asedio a Pamplona- creyéndose atacados y desfallecidos por el frío y el hambre se batieron en retirada dejando a dos artilleros disparando contra los guipuzcoanos para cubrir su huida, quienes cuerpo a tierra evitaron los proyectiles y al capturar las piezas de artillería gritaron ¡España, España!

Posteriormente llegaron Berasategui y López de Ayala concluyendo la trifulca con un centenar de soldados de los Albret capturados y dando don Diego aviso al Duque de Alba para que enviase dos centenares de mulas,necesarias para bajar los cañones a Pamplona.

No fue la batalla más heroica ni la más justa pero fue así y en recompensa por esa fidelidad, la reina Juana I de Castilla en 1513 concedió su heráldica a Guipúzcoa.

 ¿Porqué ya no se muestran los doce cañones en el escudo de Guipúzcoa?

El nacionalismo, empeñado en reescribir la historia y la lengua como en el clásico 1984 de Orwell ya desde el comienzo del despropósito engendrado por la mente enferma de Sabino Arana intentó en varias ocasiones suprimir todo vestigio de pertenencia a España.


Esto se materializó el 2 de julio de 1979 en Oyarzun, al ser aprobada por unanimidad la moción presentada por el aranista José Antonio Ayestarán Lecuona tras varios intentos fallidos como el diputado provincial, D. Manuel Olaizola, quien propuso lo mismo, en el año 1976, en la comisión de Educación de la Diputación de Guipúzcoa y la asamblea de Guipúzcoa celebrada en Azpeitia como reunión preparatoria de la Asamblea de Municipios que tuvo lugar en Estella el 14 de junio de 1931.

Excusándose en una supuesta afrenta a Navarra y la intención de hermanamiento con la comunidad foral suprimieron los cañones por unanimidad y una vez abierta la puerta bajo la ilusión de la concordia sobre olvidadísimas heridas adoptaron como escudo del Gobierno Vasco en decreto del 19 de octubre de 1936 "las armas de Araba, Bizkaya, Gipuzkoa y Nabarra, en sus propios colores, eliminando de ellas los atributos de institución monárquica o señorial y de luchas fratricidas entre vascos, agregando los símbolos de su primitiva libertad...".

En suma, los nacionalistas llevan su nación inexistente a la Edad Media, y hace que los guipuzcoanos rechacen, ¡después de 466 años de uso!, los doce cañones que en 1513 se les concedió llevar por su valor y lealtad en combate


Gracias a dicha medida adoptada por el PNV (Geroa Bai ahora en Navarra) quedó desterrado también el rey castellano –sea Enrique IV o Alfonso VIII- de la heráldica guipuzcoana, que curiosamente no ofendía a nadie, y se generó un conflicto aún mayor con Navarra por incluirla como parte de la Comunidad Autónoma Vasca. Esto último lo resolvió definitivamente el Tribunal Constitucional en 1986 e hirió de muerte la relación de las dos comunidades, y sigue siendo una constante a día de hoy.

¿Y qué le queda a Guipúzcoa? La leyenda de su escudo, ‘Fidelissina Vardulia Nunquam Superata’, siempre que olvidemos que esa fidelidad es a España y a sus reyes, en nombre de la unidad contra los enemigos de dentro (los escasos rebeldes navarros) y de fuera (los franceses, siempre); y los tres tilos sobre el mar, que probablemente representen los tres partidos de la antigua Guipúzcoa. Tres árboles como resto de una gran historia, que se forjó a cañonazos.

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