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lunes, 17 de diciembre de 2018

SKOLAE: ¡Otra coeducación es posible!


El sábado 15 de diciembre estuvimos en la concentración de Pamplona organizada bajo el lema “Libertad para educar. Skolae NO, gracias”. Acudieron alrededor de dos mil personas y, especialmente, las que son más conscientes de la importancia de la libertad en la educación de sus hijos, vayan a centros públicos o a centros concertados.  De hecho, es muy importante la solidaridad entre todos los centros y la defensa de la educación pública, ya que corre el riesgo de verse sometida a una mayor manipulación.

Skolae habla de “coeducación” para “aprender a vivir en igualdad”. Se habla de respeto, convivencia, tolerancia, empoderamiento, buen trato…es imposible no estar de acuerdo en que estos conceptos se enseñen. Sin embargo, cuando se van leyendo las fichas del programa, se observa con claridad que se introducen contenidos basados en la ideología de género: Todo lo referido a cómo se va construyendo cada uno su identidad de género con independencia de su sexo biológico. Lo masculino y lo femenino serían identidades construidas por la sociedad con las que podríamos jugar como quisiéramos. La indiferenciación y la intercambiabilidad han sido elevados al rango de dogma.

Otro problema con la coeducación propuesta por Skolae es su insistencia en el igualitarismo. Esta idea lleva a olvidarse de los dones que la naturaleza ha dado a cada persona. Por ejemplo,  si una mujer no es bombera, no puede ser más que por machismo o sexismo. Sin duda, en el pasado se ha abusado del argumento de la naturaleza para cerrar algunos caminos a las mujeres, pero hoy estamos en el exceso contrario, nos desligamos totalmente de lo que ella nos ha dado para construir un mundo artificial.  Sin embargo, la polaridad es esencial en una civilización, el hecho de que cada uno de los sexos se vea asignado a roles diferentes según su capacidad no tiene nada de escandaloso en sí mismo. 


Imágenes sacadas del twitter de @VoxNavarra: "Presentes en la concentración #Skoleanogracias #Skolaeinsumisión, VOX Navarra reclama no solo eliminar la imposición de Skolae sino, también, su derogación total, por atentar contra los derechos del menor y contra la libertad de sus padres a educarles según sus propios valores."

A fuerza de luchar contra las desigualdades, lo que se consigue, en realidad, es prohibir cualquier reconocimiento de la diferencia entre sexos. Es una verdadera estafa intelectual. De la misma manera que cualquier apego a la especificidad y a la pluralidad de las civilizaciones se encuentra asimilado a una actitud racista, cualquier pensamiento o percepción de la diferencia entre sexos se cataloga como “sexista”.  

Otra cuestión es que todas las diferencias entre sexos han sido reducidas a relaciones de jerarquía del hombre sobre la mujer. No nos parece que una sociedad se construya bien enseñando a los niños la amenaza que representan para el otro sexo y a las niñas la desconfianza en esa especie brutal y proclive a la dominación que es el sexo masculino. La educación, precisamente, consiste en enseñar a dominar las pulsiones instintivas, tanto masculinas como femeninas. Y a reconocer y a respetar la diferencia.

Calíope

Más información:

- Para leer el manifiesto de la concentración del 15 de diciembre:

- Para saber en qué consiste Skolae de un vistazo:

miércoles, 5 de diciembre de 2018

La Guardia Civil NUNCA se irá de Navarra


Ayer tuvo lugar una muy digna concentración en Pamplona a favor de la permanencia de la Guardia Civil y en contra del pacto oculto de Pedro Sánchez con el nacionalismo vasco para la progresiva retirada de la Guardia Civil de Navarra. Secundaron la convocatoria unos 1000-1500 asistentes y acudieron representates políticos de todas las fuerzas políticas no nacionalistas con presencia en Navarra (UPN, PPN, Cs y VOX) salvo como es obvio el PSN, si es que pueden ser considerados no nacionalistas.


No hay que ser demasiado espabilado para darse cuenta de que la excusa de concederle a la Policía Foral todas las competencias en cuanto al control del tráfico de las carreteras de Navarra es un paso más en la expulsión de la Guardia Civil de Navarra. Siendo este uno de los objetivos irrenunciables del nacionalismo vasco; tanto de la gentuza en torno al mundillo de ETA, como de GeroaBai/PNV, reconocido esto último abiertamente por el bobachancla Koldo Martínez:


Así, retirar a los 200 Guardias Civiles que regulan el tráfico de Navarra es la primera medida lógica en este camino, no deja de ser una actividad que a corto plazo puede ser asumida sin demasiados problemas por una Policía Foral que ya tiene experiencia a este respecto y que sobre todo prácticamente no demanda dinero de las arcas públicas dado que se autofinancia mediante multas. Luego ya vendrán otras también importantes como la Seguridad Ciudadana y esto lo veremos al tiempo.


Cada vez son más los ciudadanos que consideran un gran error las grandes cesiones de competencias a la Policía Foral. Si bien la Policia Foral tiene su origen en los tiempos de la dictadura de Primo de Rivera como una policía de carreteras, paradójicamente fue también en pleno franquismo cuando es renombrada como Policía Foral de Navarra, tratándose de un cuerpo con funciones meramente testimoniales. Será ya avanzada la democracia cuando asuman de forma realmente efectiva funciones como el control del tráfico. 

Error en Matrix, este escudo nunca ha existido...

Si bien considero a la mayor parte de los policías forales buenos profesionales -aunque también existen contaminaciones por parte del nacionalismo vasco además de funcionarios que prevaricarán a favor del vasquismo sin dudarlo, con tal de seguir cobrando un sueldo público- el hecho es que el cuerpo al que sirven no deja de estar ahora mismo bajo el Gobierno Vasco de Ocupación en Navarra y este irá metiendo a su gente sí o sí, hasta convertirlo en una policía política tan corrupta y podrida como los Mozos de Escuadra de Cataluña.

Artículo relacionado: ¿Hacia una "Ertzaintza Foral"?

No creo que el objetivo de los gobiernos regionalistas de UPN -en los que la plantilla de la Policía Foral prácticamente casi se cuadruplicó- fuese dejarle al nacionalismo vasco un embrión de su policía política en Navarra, como efectivamente ha acabado ocurriendo. No creo que fuese esta la finalidad de sus medidas, pero poniéndonos en el caso hipotético, si el objetivo a largo plazo era una Ertzaintza Foral lo habrían hecho cojonudamente.

Hispano

domingo, 11 de marzo de 2018

lunes, 13 de febrero de 2017

El Diario de Noticias arremete contra las víctimas de ETA


"Fracasa el intento de utilizar a las víctimas de ETA contra el Gobierno" este es el titular interior de Diario de Noticias, en su edición impresa del día 12 de febrero, por el que vendía su interpretación acerca de la concentración del día anterior en Pamplona en apoyo a las víctimas del terrorismo.

Una primera falsedad: ETA no fue la única organización panvasquista que asesinó en Navarra: recordemos los Comandos Autónomos Anticapitalistas, quienes no formaban parte de su estructura y constituían una organización propia.

Además es un titular del todo impreciso; sin ser aclarado después en la venenosa crónica subsiguiente: “fracasa el intento de utilizar…”, pero ¿por parte de quién? Y ¿por qué ha fracasado? ¿Acaso porque se gritó viva España? ¿O porque no se linchó a los prebostes del Gobierno?

¿Qué más dice el Boletín Oficial de Guipúzcoa en su cabecera navarra? Pues, como siempre, no dan puntada sin hilo. Veamos:

«Varias decenas de personas secundaron ayer la concentración de apoyo a las víctimas de ETA convocada por varios colectivos extremistas vinculados a UPN, como Vecinos de Paz, Sociedad Civil o Recuperar Navarra. La convocatoria organizada con motivo del día de las víctimas de ETA y en la que se acusó a la izquierda abertzale de “actos de genocidio” y de “limpieza nacional” derivó en un acto contra el gobierno de Navarra, al que los organizadores acusaron de una “insensibilidad intencionada, evidente y continua con las víctimas de ETA y los funcionarios públicos” por el acto previsto para la próxima semana de reconocimiento a las víctimas de la violencia ultra y policial. Tras la lectura de un comunicado la cita finalizó con gritos de “viva España”. D.N.».



Otra crónica propia de su temperamento: una dosis de su propio veneno y adió el Noticias. Ya se sabe: eres lo que lees.

El texto merece ser analizado línea por línea, palabra por palabra. Pero nos limitaremos a un par de expresiones.

¿Varias decenas? 

Fueron medio millar. No es mucho. Pero más que en las últimas ocasiones; sobre todo dado el clima de intimidación que se sigue prolongando en el tiempo a causa del terrorismo sufrido. Claro, que para el Noticias únicamente merecen consideración de ciudadanía los manifestantes que lo sean en decenas de millares procedentes de todos los “territorios vascos” movilizados a toque de irrintzi, obedeciendo consignas, con corte de pelo “vasko” y en formación paramilitar. Será que los moderaditos del PNV se sienten cómodos entre esas multitudes. Pero otros muchos, no. Para nada.


¿Colectivos extremistas?

De las asociaciones convocantes, Vecinos de Paz es la que más trabaja pegada al terreno desde hace muchos años. Se les conoce muy bien. No les interesa la política partidaria. Son humanistas, por encima de todo; en el sentido de preocuparse más que nada por el dolor causado por el terrorismo. Acompañan y están con las víctimas, y no sólo el día del funeral. Pero tienen las cosas muy claras; por ejemplo que los símbolos también son importantes. Son congruentes y la politiquería no les va.

Las otras entidades: Libertad Ya, que no se moviliza como en otros momentos de su interesante historia, pero sigue siendo una referencia moral; Asociación por la Tolerancia, que viene realizando una interesante labor de titular pedagógica especialmente en el mundo del cine y la comunicación, de raíces catalanas; y la Fundación Tomás Caballero, cuyo sólo nombre lo dice todo. Las otras son más recientes. Es el caso de Sociedad Civil Navarra, Doble 12 y Recuperar Navarra. Bienvenidas a la lucha. Bienvenidas a la realidad.

Tras este repaso, las cosas se aclaran: quienes no comparten los presupuestos del Gobierno son extremistas. Vale, se entiende mejor así: el Gran Hermano ha pontificado. Y es que eres lo que lees. Totalitarismo.

Qué lástima. La moderación de todas estas asociaciones, hasta el punto de que no sonaran los himnos de Navarra y España, al igual que en otras concentraciones, no ha impedido ser calificados de “extremistas” por el Noticias; que es en definitiva la consideración que tiene de ellas tanto el Gobierno como el cuatripartito. Recordemos, además, que en consecuencia con tanta moderación, las banderas de Navarra y España, únicos símbolos que acaso unían a tantas víctimas de existencias y naturalezas tan heterogéneas, tampoco presidieron formalmente la cabecera de la concentración: las portaban algunos manifestantes libremente. Gracias a ellos las disfrutamos, y a los organizadores, por no impedirlo. Pero, no por ello, los nacionalistas se dejaron ver… ni han cambiado su mirada. Lo suyo es la “equidistancia”; esperemos que el ejemplo no cunda en casa ajena.

Queridos amigos blanditos: hagáis lo que hagáis, salvo en el supuesto de rendición total, siempre estará mal a ojos de los nacionalistas. Y decimos bien: de los nacionalistas, pues algunos de ellos, representando al Gobierno, estuvieron en la concentración. Y escucharon alguna palabra fea. Y algún reproche fuera de lugar (“muy mal lo del concierto con la Universitaria”, ¡pero por favor, ¿qué se celebraba allí?!). Y alguien gritó “nacionalistas terroristas”, siendo acompañado por unos y siseado por otros. Y ahí terminó todo. Ni fueron linchados, ni se marchó hasta Diputación para tratar de asaltarla. Tranquilos: que la tele, ni los periódicos sacaron a relucir ese último grito.

Insistamos en una cuestión: aunque tamaña afirmación pueda entenderse como un exceso verbal, los asesinos de ETA, ETA (pm) y CCAA eran nacionalistas. De modo que, aunque todos los asesinos eran nacionalistas, faltaría más, no todos los nacionalistas lo son. Y si las víctimas eran españolas, ¿cómo puede dividir a la gente normal la enseña común? Decimos bien: la gente normal, no las masas paramilitares y justicieras a las que estamos “acostumbrados” ver desfilar por toda la geografía. Que quede claro: unos cientos de personas que se manifiestan tranquilamente, y sin apenas organización, es lo normal en democracia. Los desfiles de la “izquierda abertzale” y sus amigos NO lo es.

Y si lo vemos normal, es que están ganando. Y si cedemos con los símbolos, es que también ganan. Y cuando avanzan, nunca retroceden.

De modo que, ¿están las cosas un poquito más claras?

martes, 17 de enero de 2017

Las víctimas del terrorismo y la “normalización” democrática (abrazos, banderas y otros detalles relevantes)


El 13 de enero se dieron cita, frente al monumento a las víctimas del terrorismo de Pamplona, un buen número de representantes de la mayoría de sus asociaciones, unas decenas de ciudadanos sin adscripción partidaria y –no podía ser de otro modo- cualificados representantes de la política navarra: desde la propia Uxue Barkos y otros exponentes del cuatripartito gobernante, a dirigentes de la oposición (de UPN y PPN especialmente).

Allí tuvo lugar una ofrenda de flores y unas breves declaraciones ante los periodistas que en buen número, junto a fotógrafos y cámaras, cubrían el acto.

Si algo se acreditó en los breves minutos que duró el evento es que la “normalización” democrática de la que tanto se habla no pasa de ser una engañosa aspiración. Y ello incluso si la dejamos en “normalización” a secas. No en vano las heridas del terrorismo tardan mucho en curar. Y sus múltiples efectos, devastadores para la moral individual y colectiva, persisten hoy y lo seguirán haciendo mañana. Más si se pretende cerrar tantas heridas sangrantes en falso, prescindiendo la verdad.

Antes que nada hay que recordar que, siempre que se hable o escriba acerca de víctimas del terrorismo, nunca se hará lo suficiente por ellas; pues sus pérdidas y dolor son inconmensurables. También que durante mucho tiempo fueron auténticas apestadas en una inmadura sociedad democrática acomplejada y cobarde. Incluso hoy siguen siendo objeto de prejuicios de orden mediático, ideológico y moral.

Las víctimas lo dieron todo: sus vidas, o las de sus familiares, que fueron segadas abruptamente. Es más, los perversos impactos de cada atentado alcanzaron a sus supervivientes en el plano físico, psicológico, moral, social y patrimonial; desplazando sus pilares para siempre.

Se les ignoró primero, después empezó a reconocérseles sus derechos poco a poco, para repararles gradual pero agónicamente.

De manera oportunista hubo momentos en los que se les instaló en el primer plano de contiendas políticas que, mediante la movilización social y callejera, perseguían otros réditos de carácter político no necesariamente inocentes. Otros políticos pretendieron, por el contrario, marcarles desde fuera una “agenda” imprecisa y semisecreta más orientada hacia su división interna, mediante una exposición sentimental superficial. Y los más cínicos –los próximos a los verdugos- tras conseguir su invisibilidad inicial, exigieron después, al igual que hoy, que “su opinión no sea empleada como un veto”.

Pero volvamos al pasado 13 de enero. A muchos ha sorprendido e indignado el abrazo entre Uxue Barkos y Mari Mar Blanco. Y es que es inevitable preguntarse: ¿dónde estaba Uxue Barkos los días 10 a 13 de julio de 1997? Un interrogante que podemos extender a Álvaro Baraibar, director general de Paz y Convivencia del Gobierno de Navarra, presente igualmente, cuyo rostro barbado y tenso reflejaba inequívocamente un notable malestar: ¿por algún reproche que escuchara?, ¿por sentirse situado en el lugar equivocado dado su alquímico ejercicio de equidistancia moral entre víctimas y verdugos?, ¿por la exhibición de dos banderas españolas?

También escuchó alguna exclamación poco amistosa la propia Mari Mar Blanco, no en vano, su fusión sonriente con Barkos no era fácil de asimilar por tantos de los allí presentes cuyas heridas abiertas jamás serán cerradas del todo; pues es imposible y, sobre todo, porque ello no se les puede exigir. Pero ya se sabe, la política hace extraños compañeros de cama. Y ambas lo son. Y tiene que jugar el papel que se espera de ellas. No seremos nosotros quienes juzguen a Mari Mar Blanco en esta tesitura; pues como víctima ya ha dado demasiado. Pero sí a Uxue Barkos, Ana Ollo y Álvaro Baraibar, pues son públicos y voluntarios compañeros de viaje –pese a todo su palabrería autojustificativa- de unas organizaciones maridadas (Sortu, especialmente) con el terrorismo perpetrado durante décadas.

No es posible cerrar las heridas y dramas provocados en tantas personas y en la misma sociedad por el terrorismo y sus amigos de la noche a la mañana; y menos con maniobras falaces. E imposible cuando persisten graves incógnitas sin resolverse: ¿por qué no se han esclarecido todos los asesinatos?, ¿cuándo se recuperarán todos los cuerpos?, ¿ha existido algún diálogo de cualquier tipo del que se haya hurtado su conocimiento a la sociedad, al contrario de lo escenificado en Irlanda del Norte?, ¿se han beneficiado de algún fuero determinados dirigentes etarras en este opaco contexto de medias verdades y silencios clamorosos? 



Ciertamente, la más sangrante e incomprensible de tales interrogantes es la siguiente: ¡siguen pendientes de esclarecimiento casi 300 asesinatos de la banda ETA! El fruto insoportable de la inacción que salpica a todos los gobiernos bajo cuyos mandatos los diversos grupos terroristas eclosionaron sus dosis letales de violencia en múltiples ámbitos de la vida personal y social, alcanzando la intimidad y sosiego de miles de hogares.

Se ha hecho público, días atrás, que por medio del “Proyecto Dignidad”, la Fundación Villacisneros ha facilitado que el asesinato del guardia civil Antonio Ramírez y su novia Hortensia González en 1979, que nunca se investigó, no prescribiera penalmente merced la oportuna actuación judicial de sus abogados. Pero, ¿cuántos casos más se encontrarán en semejante tesitura? La sola idea de ello es insoportable.

Es innegable: las víctimas del terrorismo –sufrientes, pacientes, acaso desesperanzadas, heroicas sin pretenderlo- tienen derecho a ser escuchadas, a exigir sus derechos, a gritar la verdad y, si es preciso, a patalear manifestando sus legítimos e insobornables desacuerdos.

Tampoco puede negarse otro hecho objetivo: sus familiares fueron torturados y asesinados por su común condición de españoles. No fueron asesinados por un ciego azar (alguna excepción hubo por fatal error de los verdugos), ni por defender la proporcionalidad representativa, ni el sistema métrico decimal. Tampoco por defender la paz o la libertad ni otras grandilocuentes expresiones alegadas por quienes condenaban la violencia “viniere de donde viniere”. Eran españoles, y para esos verdugos deshumanizados que decidían vida y muerte de sus semejantes, encarnaban la “bestia opresora” que había que extirpar de la Euskal Herria de los sueños y pesadillas de los Arana, Krutwig, de los mafiosos de ETA y sus amigos. Por esa elemental causa les asesinaron inmisericordemente. Eran un supuesto freno, una molesta dificultad, una inusual resistencia a su programa totalitario. Para mayor escarnio, los asesinos e ideólogos afines añadieron a esa común condición diversos epítetos de intencionalidad despectiva –a la vez que los deshumanizaban como previo paso para exterminarlos- lo que consiguió transmutar esos crímenes y sus intenciones reales en el perverso “algo habrá hecho”: guardias civiles, policías, ultraderechistas, chivatos, explotadores, traficantes de drogas, carceleros…

Las banderas españolas que esa lluviosa mañana fueron desplegadas en el corazón de Pamplona no estaba de más; tal y como se escuchó de labios de algún representante de la oposición. ¿Qué pintan esas banderas?, se preguntó en voz lo suficientemente perceptible como para ser escuchado por algunos presentes? Una pregunta desconcertante y dañina a oídos y corazones. No en vano, si algo unía a tantas víctimas allí presentes y representadas -además del propio monumento, esas flores, las oraciones y las sentidas palabras- es su común sentimiento de pertenencia a España. Eran personas, y españoles: ni suecos, ni indonesios, ni ciudadanos del mundo. Y si alguien se siente napartarra o poco o nada español, pues es su problema y su complejo. O su excusa. Sí que comprendemos, por el contrario, el comportamiento de un sujeto trajeado, malencarado y con barba que, situado en tercera fila, exigió que no llegara a rozar la tela de una bandera los rubios cabellos de Ana Ollo; si bien ella nunca perdió su sonrisa, incluso cuando observó que esos colores rojigualdas la coronaban acaso de manera inesperada. El precitado estaría cumpliendo lo que entendía era su deber de protección, o tal vez, el vano intento de conjurar unos colores que nada bueno despertarían en su ser o en los de sus allegados. No hace falta ser un avezado psicólogo para comprender la situación. Pero es lamentable que tengamos que hablar de esos detalles, no obstante su importancia, en lugar der rememorar exclusivamente lo decisivo que allí se convocaba. Pero es así: las ideologías, y más cuanto más totalitarias sean, dividen a la sociedad y a las personas, de modo que los separatistas panvasquistas, en lugar de percibir en un simple bandera española el símbolo de la normalidad democrática, redescubren agravios y supuestas agresiones.

Este cuadro quebrado y distorsionado que venimos narrando hoy, presenta, no obstante, a toda la sociedad navarra una asignatura pendiente: la del reconocimiento del dolor de las víctimas, su reparación, el esclarecimiento y castigo de todos los asesinatos y la elaboración de un “relato” veraz y no bastardeado. Y que sean escuchadas… con atención, seriedad y sin prejuicios: con el objetivo siempre de que sean tenidas en cuenta; y no como un mero trámite para el cierre en falso.

Los breves minutos que duró la ceremonia certificó que queda mucho por recorrer en la senda de la “normalización”, pues también se pretende introducir mucha mercancía de contrabando para reconducirla hacia otros lares. Y es que a estas alturas, las víctimas del terrorismo, y con ellas toda la sociedad, se siguen jugando la paz interior y la pública, e inseparables de ambas, la justicia. Y con las anteriores, la verdad. Una verdad que algunos tratan de sepultar desde el cálculo personal y político, el prejuicio y, en todo caso, desde la dureza de un corazón embrutecido que destila maniobras dialécticas retorciendo el lenguaje.