viernes, 4 de agosto de 2017

El PSOE quiere catalanizar Navarra


El PSN-PSOE, tras fuertes y prolongados dolores de parto, y para desasosiego del centro-derecha navarrista, ha movido ficha en su XI Congreso Regional. Como opción estratégica se ha propuesto –si bien ello se venía prefigurando- la reconquista del gobierno de Navarra. Pero para ello, y como metodología táctica, deberá ganarse el liderazgo de las demás izquierdas navarras. No es poco.

Por si alguien todavía albergaba dudas al respecto, el mismísimo Santos Cerdán, flamante secretario de Organización Territorial del PSOE, ha confirmado tamaño giro en unas declaraciones realizadas el primero de agosto. De este modo, el socialismo navarro se decanta por un futuro gobierno que agrupe tanto a las izquierdas navarras (ellos, Podemos e I-E) como al “progresismo” panvasquista de Geroa Bai. Según los últimos resultados electorales y encuestas demoscópicas posteriores, bien pudieran salir los números de tan arriesgada quiniela.

Los socialistas navarros excluyen, a priori, todo pacto con EH Bildu. Pero si ETA se disuelve a lo largo del presente año, tal y como se viene anticipando desde diversos medios generalmente bien informados, ¿mantendrá el PSN-PSOE su veto? Un veto extendido igualmente, aunque por motivos muy distintos, al PPN, en coherencia con los nuevos aires de su dirección nacional.

En todo caso, incluso manteniendo el veto a EH Bildu, las cosas se han puesto mucho más difíciles para el centro-derecha navarrista nucleado por UPN.

Con todo, el PSN-PSOE no ha vetado a UPN de manera tan categórica como al PPN, manteniendo una posición algo más ambigua. No en vano, los socialistas pretenden ser, como “alternativa de izquierdas”, puente entre el centro-derecha y un panvasquismo que –a su juicio- estarían fracturando Navarra. En coherencia no quieren, ni plantearse siquiera, la posibilidad de nuevos pactos con UPN, más dadas sus dolorosas experiencias de años anteriores. Pero parece leerse entre líneas que no cierran esa puerta por completo… acaso como “alternativa B” de gobierno de no sumar las necesarias “cuentas de progreso”. Una posibilidad remota, y un tanto diabólica, pues ¿cómo explicar tal vuelta de rosca a un electorado “progresista” acostumbrado a que “la derecha” sea presentada como un Satán a batir?

Con su nueva estrategia el PSN-PSOE arriesga bastante: acaso muchos electores no entiendan un pacto con quienes pretenden sustituirlos (Podemos) y los burgueses panvasquistas de Geroa Bai. Por el contrario, pueden aspirar al voto de algunas pequeñas franjas de votantes moderados que valoren como mal menor, al existente, un gobierno de izquierdas con los separatistas de Geroa Bai en minoría; una invocación, en suma, a antiguos votantes socialistas desencantados, podemitas escarmentados e, incluso, a otros tentados por Ciudadanos.

Algunas voces del centro-derecha, poquitas pues “estamos de vacaciones” para variar, se han alzado alarmadas: y es que contaban con que el desgaste del cuatripartito facilitaría la recuperación del gobierno por UPN. Tal eventualidad, ahora mismo, se aleja… bastante.

Pero  este cambio del PSN-PSOE, que ha cogido a algunos con el pie cambiado, ¿lo es contra natura o es una decisión congruente con sus presupuestos ideológicos? Aunque en una de las “cartas de los lectores” se haya calificado este viraje como “absurdo” e “hipócrita” (Oscar Garjón Zamborán, 02/08/17), mucho nos tememos que era inevitable.

El PSN-PSOE atravesaba, desde hace bastantes años, una etapa de decadencia determinada por la ausencia de liderazgo (la muerte de Carlos Chivite puso fin a toda una generación de sus más carismáticas figuras) y el desgaste electoral determinado por la corrupción de alguno de sus históricos. Conflictos internos, escisiones de ámbito municipal por su izquierda, débiles liderazgos, interferencias desde su dirección nacional… De persistir esta tendencia, el PSN-PSOE, quien mantenía mal que bien un suelo electoral de 45.000 votos, corría el riesgo de extinguirse lenta e irremediablemente; caída acelerada por la feroz competencia de Podemos, la pérdida de anclaje en los movimientos sociales, y su evidente desconexión de las nuevas generaciones de votantes.

Por otra parte, la crisis del socialismo navarro debe enmarcarse en la más generalizada sufrida por el resto de la socialdemocracia europea; en su búsqueda de un nuevo paradigma ideológico y de otras fórmulas que permitan la cuestionada –y casi imposible- sostenibilidad del Estado del bienestar. En este tránsito, la socialdemocracia se ha rendido a la ideología de género, a la extensión de los “nuevos derechos” sociales e individuales (tan libertarios y burgueses en su génesis y desarrollo) y a los denominados microrrelatos existenciales de la posmodernidad: unos presupuestos ideológicos compartidos en gran medida, aunque con jugosos matices, por todas las izquierdas navarras, Geroa Bai, EH Bildu, e impuestos desde las factorías mediáticas e intelectuales de los “políticamente correcto” a la sociedad navarra. De tales sesgos se deriva que viejos anclajes ideológicos de los socialistas europeos, como la ética obrera de la austeridad y su siempre matizada conciencia nacional, se hayan abandonado en beneficio de un individualismo desvinculado en el que el deseo determina también el juicio político y la agenda socioeconómica.

El socialismo navarro tuvo claro, durante décadas, que gran parte de las expresiones del navarrismo formaban parte de su entraña; especialmente el ribero. Pero el nuevo discurso radical-progresista se desvincula –en general y de manera muy virulenta- de los sentimientos identitarios y de pertenencia nacional, pasando éste último a un plano muy secundario: lo que viene acaeciendo a nivel continental, también en el regional navarro. En suma: la globalización también se impone en este terreno; no sólo en el social y económico.

Todo lo anterior no implica que el socialismo navarro –acaso sea más pertinente hablar de “socialismos”- sea indiferente al expansionismo panvasquista, pues pervive en su seno cierto sentimiento de que una navarridad abierta y mestiza –de ciertas resonancias internacionalistas- pudiera ser la alternativa al vasquismo etnoidentitario conservador (PNV) y al marxista-leninista (EH Bildu) de pulsiones inequívocamente totalitarias. En este contexto, y dada su opción por una España sanchista-federal de “nación de naciones”, el mantenimiento de la disposición Transitoria 4ª, para enésima decepción de navarristas de todos los colores, que presagiara Santos Cerdán en sus declaraciones, no deja de ser una opción coherente y una invitación a Geroa Bai. Los efectos a corto y medio plazo de esta alianza estratégica pueden adivinarse: progresivo debilitamiento de las posiciones constitucionalistas, implementación de políticas de virtualidad separatista, desaparición del sentimiento de pertenencia nacional-española, fractura social. En definitiva: la “catalanización” de Navarra.

Esta rectificación estratégica, que no es otra cosa que la búsqueda desesperada de un espacio propio, casa bastante bien con esa percepción tan generalizada que afirma que “Navarra es socialmente conservadora y electoralmente de centro-izquierda”. No obstante, ello debiera matizarse doblemente. De entrada, sustituyendo “conservadurismo” por “conformismo”. En segundo lugar, desplazando el centro de gravedad del posicionamiento electoral de los navarros más a la izquierda, conforme los efectivos cambios sociales derivados de la revolución antropológica y cultural que estamos experimentando aceleradamente.

Esta realidad, discutible en algunos detalles, pero incuestionable en su tendencia, nos lleva irremediablemente al cálculo y el análisis de fondo de tan cambiante panorama sociopolítico, a la inevitabilidad de la “batalla de las ideas”, y a la “metapolítica”.

Todo partido político que ignore tales apremios está condenado al fracaso. Y si, advertido, no adecúa su modelo organizativo a las nuevas circunstancias, se extinguirá irremediablemente.

Marcada por tales contingencias, y golpeada por tantas incertidumbres, acaso en UPN tengan que hacerse a la idea de seguir en la oposición otros seis años (decimos bien: dos más cuatro)… incluso más.

Así las cosas, que el centro-derecha de UPN intente reabsorber al electorado del PPN y Ciudadanos como paso previo para la recuperación del gobierno navarro, conteniendo abandonos y trasvases hacia la abstención y otros partidos, es únicamente uno más de los difíciles retos que se le presentan. En suma: la política institucional no es suficiente.

Salvo un fracaso estrepitoso de la nueva estrategia socialista –perfectamente conjuntada con el liderazgo nacional-sanchista-, UPN yo no se presenta como pieza imprescindible en una operación poselectoral de recambio gubernamental en Navarra. Por un puro ejercicio de realismo político, UPN debiera prepararse para una “larga travesía del desierto”: rejuveneciendo cuadros, cambiando el modelo de partido, abriéndose a la sociedad, facilitando y dando la batalla por las ideas y los corazones.

Cualquier otro comportamiento –la ingenua esperanza en un “enorme” desgaste del cuatripartito, un súbito cambio del mapa electoral, una rectificación socialista de última hora- es contraria a la más elemental lógica política, al sentido de realidad y al instinto de supervivencia.

Sila Félix

2 comentarios:

  1. Buen análisis. Lástima que la clase política esté de vacaciones (salvo la abertzale).

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  2. Soy de Cataluña y he visitado casi toda Navarra.

    Se me escapa el sentido de estos dos párrafos: en concreto, no entiendo que, por un lado, el socialismo sea globalista, y por otro lado, sea localista.

    Observo que a medida que se desintegra la romanocatolicidad de una sociedad, más cae en ideologías idolátricas. En el caso de Navarra, observo una dispersión de las izquierdas en diferentes neoideologías.

    "Por otra parte, la crisis del socialismo navarro debe enmarcarse en la más generalizada sufrida por el resto de la socialdemocracia europea; en su búsqueda de un nuevo paradigma ideológico y de otras fórmulas que permitan la cuestionada –y casi imposible- sostenibilidad del Estado del bienestar. En este tránsito, la socialdemocracia se ha rendido a la ideología de género, a la extensión de los “nuevos derechos” sociales e individuales (tan libertarios y burgueses en su génesis y desarrollo) y a los denominados microrrelatos existenciales de la posmodernidad: unos presupuestos ideológicos compartidos en gran medida, aunque con jugosos matices, por todas las izquierdas navarras, Geroa Bai, EH Bildu, e impuestos desde las factorías mediáticas e intelectuales de los “políticamente correcto” a la sociedad navarra. De tales sesgos se deriva que viejos anclajes ideológicos de los socialistas europeos, como la ética obrera de la austeridad y su siempre matizada conciencia nacional, se hayan abandonado en beneficio de un individualismo desvinculado en el que el deseo determina también el juicio político y la agenda socioeconómica.

    El socialismo navarro tuvo claro, durante décadas, que gran parte de las expresiones del navarrismo formaban parte de su entraña; especialmente el ribero. Pero el nuevo discurso radical-progresista se desvincula –en general y de manera muy virulenta- de los sentimientos identitarios y de pertenencia nacional, pasando éste último a un plano muy secundario: lo que viene acaeciendo a nivel continental, también en el regional navarro. En suma: la globalización también se impone en este terreno; no sólo en el social y económico."

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