viernes, 29 de septiembre de 2017

Catalunya 2020, una distopía (1ª parte)


Estos artículos no pretenden hacer cábalas con respecto a las circunstancias que nos podrían llevar al escenario catastrófico de una Cataluña independiente. Como tampoco tengo una bola de cristal, no sé exactamente qué eventos van a tener lugar a partir de este domingo. Lo que sí puedo hacer es inferir, mediante la lógica y el sentido común, el tipo de escenarios hipotéticos que se darían en una Cataluña independiente, que ya adelanto no resultarían positivos ni para los catalanes, ni para el resto de los españoles.

Allá vamos: supongamos que Cataluña es un estado independiente para la siguiente década, que lo ha hecho de forma unilateral aunque sin demasiada violencia ni zonas liberadas por patriotas y que en consecuencia está fuera de la Unión Europea al menos de forma temporal. ¿Les conducirá Puigdemont a la Dinamarca del sur de Europa que han prometido o por el contrario llevarán a una de las regiones más industriosas de España a la ruina y un Estado totalitario?

Hablaremos en primer lugar de la economía, no porque caiga en el error de considerarla el factor más importante, sino porque es el que más ha sido tratado por la prensa y porque es el asunto que me quiero quitar antes de encima. Esta misma semana nos decía un confidencial navarro que aproximadamente la mitad de la actividad económica de Cataluña depende de la exportación de bienes y servicios a España y otros países de la UE. En concreto, Cataluña tiene un PIB de unos 200.000 millones de euros, 60.000 millones provienen de otras regiones de España y 40.000 de otros países de la UE. 

En el caso hipotético de un bloqueo comercial total por parte de España y la UE, una Cataluña independiente se vería empobrecida a la mitad (peor que Cádiz) de no encontrar otros mercados alternativos. Esta es una situación improbable puesto que a pesar de estar fuera de la UE, los productos catalanes seguirían llegando a España y los demás países europeos, de la misma manera que nos llegan productos de China, pero los aranceles y otros gastos de gestión harían poco competitivos dichos productos, dándose una correspondiente reducción de ventas. Eso por no hablar del comprensible boicot que se daría hacia los productos catalanes por parte de las regiones de lo que sería el país antes conocido como España, la Historia nos deja otros ejemplos de secesiones con hundimientos entre el 33 y el 66% del comercio bilateral.

Sea como fuere, otros analistas económicos cifran en un 15-34% la contracción económica de Cataluña, lo que acarrearía un aumento del paro considerable, un descenso de las pensiones y los sueldos de al menos un 20%, la deslocalización de muchas empresas internacionales y una subsecuente fuga de capitales de las que hacen época. Esto sin tener en cuenta otros factores de desestabilización que no llaman nada al turismo (más del 10% del PIB) o la inversión extranjera, como por ejemplo la radicalización de los sectores de extrema izquierda o el auge islamismo radical, cuestiones ambas que hemos podido ver este verano en una Cataluña dentro de España, imaginaos que estando ya fuera iban a campar a sus anchas.

La energía es un factor a menudo olvidado en los análisis economicistas, esto es un error porque la energía no es una comodidad más sino el precursor de toda actividad económica. Sin energía no hay industria, ni agricultura, ni transporte, ni ningún tipo de actividad económica que se precie. 

En primer lugar, Cataluña actualmente tiene una capacidad de generación eléctrica que suele ser inferior a su propia demanda, aunque en el caso de darse una contracción económica como la prevista, el consumo energético bajaría hasta situarse bastante por debajo de su capacidad de producción de la misma manera que la demanda eléctrica en España ha bajado desde la crisis internacional del año 2008.

El problema real de Cataluña estriba en que a penas dispone de recursos energéticos propios. Las fuentes de energía renovables suponen un 15% de la generación eléctrica de Cataluña, correspondiendo más de la mitad de las mismas a la energía hidroeléctrica. Cataluña dispone de tres centrales nucleares que abastecen más de la mitad de la energía eléctrica generada,  pero a corto plazo su reabastecimiento resultaría problemático (cientos de toneladas de uranio enriquecido que no se venden a la vuelta de la esquina ni se pueden meter debajo de una alfombra) y a largo plazo deberían de ser desmanteladas si la Generalidad es coherente con su línea política radical-progresista.

Consumo de energía primaria en Cataluña (2016) esto es la mezcla de todas las fuentes energéticas convencionales usadas en Cataluña, no sólo las destinadas a la electrificación

Sin embargo son los combustibles fósiles la materia más sensible ya que Cataluña no dispone de yacimientos de carbón o gas natural, materiales que debería de importar por mar ya que el Gobierno español podría cerrar los gaseoductos que abastecen Cataluña debido al impago de la cuantiosa deuda catalana, medidas que encarecerían su precio. Mientras que Cataluña a penas consume carbón, depende de las centrales de ciclo combinado (gas natural) para mantener fuentes irregulares de energía como las renovables eólica y solar. Cataluña dispone en cambio de petróleo... dos pozos frente a las costas de Tarragona con una producción que a penas llega a unos pocos miles de barriles diarios, en todo caso menos del 1% del consumo sólo de Cataluña, y unas reservas que probablemente lleguen a los 30 millones de barriles, que pueden parecer muchos pero eso hoy en día no llegaría a durar más de 10 horas al nivel de demanda mundial. 

Por lo tanto, con unos oleoductos también restringidos, Cataluña habría de importar también este recurso por mar, con los sobrecostes y riesgos que esto conlleva. En lo que se refiere a infraestructuras, en Tarragona se encuentra la refinería más grande de España. El petróleo es el recurso más estratégico de todos puesto que con las tecnologías de las que disponemos actualmente a un precio razonable, sin petróleo no existe el transporte rodado, la automoción particular o el turismo moderno.

Ya sin entrar en otros asuntos como las infraestructuras energéticas compartidas con España, es de preveer que la independencia catalana también lo sería a nivel energético. Como mínimo al principio se darían situaciones de desabastecimiento de combustibles que reducirían considerablemente el uso de los coches particulares y que pondrían en problemas al transporte de mercancías, esto causaría cierto desabastecimiento de bienes de primera necesidad en las tiendas, aunque tampoco llegaría a niveles catastróficos. En lo que se refiere a la electricidad, sin una fuente constante de gas natural podrían darse en un principio apagones eléctricos y en los peores escenarios, restricciones al consumo o situaciones en las que habría que elegir entre el alumbrado callejero o que funcionen los trenes. 

En cualquier caso, no es previsible que la Generalidad fuese capaz de satisfacer las necesidades energéticas de Cataluña mejor de lo que lo hace en la actualidad el Gobierno español, de hecho lo más probable es que optase por huidas hacia adelante como más energías renovables, siendo estas responsables en buena medida de que tengamos una de las facturas eléctricas más abultadas de Europa. En el caso de Cataluña, una energía aun más cara y con una menor disponibilidad, se traduciría si o si en un nuevo empeoramiento de su economía.

Todas estas situaciones no son de lo más agradable, ¿verdad? Mañana continuaremos con las consecuencias que tendría la independencia de Cataluña a nivel societario, consecuencias estas que son aún peores.

Hispano

1 comentario:

  1. Estaría bien imaginar cómo sería una Cataluña bajo el comunismo. Porque cada vez está más claro que hay DOS golpes a la vez: el secesionista y el bolchevique-bolivariano.

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