lunes, 24 de octubre de 2016

Vuelve la violencia de una ultraizquierda que se sabe impune


De aquellos polvos estos lodos, nos dice el siempre sabio refranero popular español cuando tratamos de explicar que los males que padecemos en la actualidad son consecuencia de desórdenes previos. Lo han vuelto a hacer, y ya van tantas veces que ya he perdido la cuenta. La extrema izquierda madrileña volvió a tomar una Universidad pública, de esas que pagamos el común de los ciudadanos, para pisotear la libre expresión y esparcir su estiércol en forma de propaganda marxista, separatista y proetarra; valga la redundancia.


La Universidad Autónoma de Madrid (UAM) es una de esas Universidades madrileñas normales en las que uno no se espera escenas más propias de repúblicas bananeras, al contrario que en la verdadera sede de Podemos en Madrid, es decir: la Universidad Complutense con su campus de Somosaguas y el estercolero de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología a la cabeza. El pasado miércoles tenía lugar un coloquio en el que intervenían el expresidente socialista Felipe González y el presidente ejecutivo del Grupo Prisa Juan Luis Cebrián, en el marco de unas jornadas sobre "sociedad civil y cambio global" que estaban siendo llevadas a cabo de forma conjunta entre la UAM y el diario El País (propiedad del Grupo Prisa).
La facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense, tras una huelga

Una estampa normal en el mundo académico, de no ser porque esta conferencia no llegó a tener lugar debido a que 200 analfabetos funcionales adscritos a la ultraizquierda madrileña acudieron a la convocatoria de un grupo anarquista con el cometido de reventar el acto e impedir que tuviese lugar. Los métodos son ya conocidos: empujones, gritos insultantes, tracas de petardos en el aulario, pancartas injuriosas en las que se les llama asesinos a los ponentes mientras se enarbolan también carteles con consignas a favor del acercamiento de los asesinos de ETA al País Vasco... todo muy coherente y sí, un escrache proetarra en Madrid. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

A nadie se le escapa que desde que Podemos ha tocado poder, los incidentes callejeros causados por la extrema izquierda han descendido de forma casi exponencial. Ahora que la formación morada se sabe perdedora y ve que va a chupar el banquillo de la oposición durante al menos otros tres años, la ultraizquierda ha vuelto a hacer funcionar los engranajes de la tensión social:vuelven las barricadas de contenedores volcados y los adoquines arrancados de las aceras. 

Por el momento la Coordinadora 25S ya ha convocado a su masa para una nueva manifestación de "Rodea al Congreso", ya que según ellos el gobierno del partido que ha sido más votado por los españoles es a todas luces ilegítimo, y lo dicen los hipócritas que anhelan una dictadura del proletariado en la que una élite que se agarra al poder real como una garrapata mientras se viste de democrática, como hemos visto en tantas experiencias fracasadas a lo largo del pasado siglo. Qué casualidad que hace una semana Pablo Iglesias diese por perdido el segundo asalto al poder y anunciase que Podemos volvería a la calle para reactivar las luchas sociales contra el más que previsible gobierno de Mariano Rajoy.

Volviendo al incidente con el que daba inicio a este artículo, huelga decir que salvo honrosas excepciones no sólo Podemos no ha condenado, sino que el propio Iglesias estaba de colegueo en twitter con los autores del escrache violento. Otros medios en cambio como La Secta le han restado hierro al asunto tildándolo de protesta y escondiendo la ideología de los autores. Si en una situación idéntica los agresores hubiesen resultado ser de extrema derecha, no hace falta decir que los vídeos del escrache habrían iniciado todos los telediarios durante al menos tres días y el archiconocido tema de "el auge de la extrema derecha" habría copado todas las tertulias políticamente correctas.


No hace falta irse a un caso hipotético, ahí tenemos el asalto a la librería Blanquerna hace 3 años, cuando un número reducido de militantes de minipartidos como La Falange o Democracia Nacional interrumpieron violentamente en un acto en Madrid de la Generalitat catalana por la Diada. Aún recuerdo el revuelo causado en los medios que reverberó durante varios días, y que dos días después ya habían sido detenidos la casi totalidad de los asaltantes. En el caso que nos ocupa, más grave por las dimensiones del mismo, incluso el diario El País (bajo la autoridad de Cebrián) ha evitado toda mención a la ideología ultraizquierdista de los agresores y es que en España a nivel mediático la extrema izquierda es protegida hasta por quienes son objeto de sus ataques.


Quienes realmente tienen que hacer autocrítica son todos aquellos políticos y medios de comunicación que con sus reformas educativas basura y sus campañas de ingeniería social han trabajo con tanto ahínco por una mayoría social de izquierdas. Esa campaña ha derivado en la aparición de un forúnculo de extrema izquierda como es Podemos y la aparición de todo tipo de grupúsculos violentos que admiran a la banda terrorista ETA como el ejemplo exitoso de cómo se puede doblegar una sociedad mediante el uso de la violencia. González y Cebrián recogieron lo que durante años han sembrado.

Hispano

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