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jueves, 7 de junio de 2018

Los fusilados en Navarra durante la Guerra Civil: mitos y manipulación


Llegamos a un tema polémico donde los haya en la España del 2018: la guerra civil que asoló nuestro país entre 1936 y 1939. Como muchos de nuestros lectores saben, en julio de 1936 comenzó la última guerra civil española (no la primera ni mucho menos) en la cual se formaron dos bloques/bandos: el bando sublevado o bando nacional y el bando republicano o bando frentepopulista rojo-separatista. En Navarra triunfó el primer bando, el sublevado-nacional, no tanto por la pericia de los militares alzados sino por el ardor y sentimiento mayoritario de los navarros de aquel entonces. 

En Navarra durante los tres años que duró el conflicto bélico no se produjeron batallas ni escaramuzas de tipo militar, únicamente hubo varios bombardeos de la aviación republicana sobre población civil indefensa, si bien es verdad que se produjo un fenómeno típico de la retaguardia en ambos bandos durante toda la guerra: los fusilamientos de presuntos detractores.


En primer lugar, al abordar la cuestión de los fusilados por el bando sublevado o nacional en la retaguardia navarra toca entrar a valorar las cifras de personas muertas/asesinadas. Los medios de comunicación y el imaginario colectivo maneja la cifra de entorno a 3.500/4.500 asesinados por los "fascistas", de hecho en cualquier foro de internet los trolls aberchales y comunistoides siempre sacan a colación las mencionadas cifras. 

Sin embargo, los estudios serios hablan de otras cifras bastante inferiores. El primer estudio serio que se realizó fue en 1983 por Ramo Salas Larrazabal en el libro titulado "Los fusilados en Navarra en la guerra de 1936", en el cual, cifra que se baraja es de 1.160 . Hay que tener en cuenta que el estudio se publicó en 1983, ya bastante entrada la democracia, y que por tanto, no se trata de un trabajo realizado durante el régimen franquista con objeto de tapar nada ni pelotear a nadie. Otros estudios que se auto-presentan como rigurosos elevan la cifra a 2.643 víctimas, que si bien duplican la cifra dada por Salas Larrazabal están lejos de esos 3.500/4.500 del imaginario neofrentepopulista.


En segundo lugar, resulta necesario hacer una distinción entre las personas que murieron fusiladas en Navarra durante la última guerra civil española. Por un lado, nos encontraríamos con militantes en su mayoría de organizaciones políticas o sindicales de izquierdas, las cuales, en su inmensa mayoría no merecían haber acabado de esa manera, aunque juzgar hechos históricos que no vivimos en persona y en el cual se desatan tantas pasiones siempre resultará complicado y alejado de la realidad. 

Por otro lado, hubo otros fusilamientos, los menos, de carácter militar, entre los que se encuentran dos a destacar: el fusilamiento del comandante de la Guardia Civil en Pamplona por su negativa a secundar la sublevación, y los fusilamientos como consecuencia de la fuga de soldados prisioneros de la prisión militar del fuerte Alfonso XII más conocido como fuerte San Cristóbal. 

En este punto resulta necesario hacer una reflexión importante; el delito de alta traición en caso de conflicto bélico suele acarrear por lo general la pena de muerte, luego, los fusilamientos que podríamos denominar de carácter militar tanto en la retaguardia nacional como en la frentepopulista no pueden tener la misma consideración que aquellos fusilamientos por motivaciones políticas o personales. De hecho, el Código de Justicia Militar español hasta hace muy pocos años todavía contemplaba la pena de muerte en caso de conflicto bélico, y otro tanto ocurre con naciones tipo USA, Rusia e incluso algunas naciones europeas.

Aquí surge uno de los grandes mitos de los neofrentepopulistas en torno a los fusilamientos en Navarra, el "mito del fuerte San Cristóbal". La fuga de la prisión militar ubicada en el Fuerte Alfonso XII se debió a que un grupo de prisioneros redujeron a los guardias matando a uno de ellos, se hicieron con armas y se dieron a la fuga. Pensemos si esto mismo hubiera ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial con independencia de si los guardias eran del eje o aliados y los fugados fueran del bando contrario. 

Por desgracia los conflictos bélicos, fuera de las películas de Walt Disney, suelen implicar la muerte de numerosos contendientes e incluso numerosas bajas "colaterales" de civiles, y desde luego que la fuga de un número importante de presos de una prisión militar en cualquier conflicto bélico no acaba con ositos de peluche y todos de la mano fumando canutos alrededor de una hoguera.

En tercer lugar, los neofrentepopulistas en Navarra suelen acudir al mito de las "cunetas", inventando términos como Pachi Cunetero y similares. Pues bien, los fusilamientos en las retaguardias de ambos bandos salvo algún caso esporádico o de torpeza nunca acababan en cunetas, sino en fosas bien escondidas. Aquellas personas que participaron en pelotones de ejecuciones por lo general eran plenamente conocedores de la ilicitud de sus actos, por lo que, la táctica habitual eran las "sacas", es decir, llevarse a la fuerza a la persona con objeto de ejecutarla en algún lugar fuera del alcance del público y deshacerse de los cadáveres. Durante aquellos tres terribles años lo que no hubo en ambas retaguardias son cunetas. 

Lo curioso es que los etarras si fueron dejando muertos en las cunetas y en las calles previo tiro por la espalda o activación de explosivo a distancia, si alguien ha sido cunetero en España han sido precisamente los etarras (¡igual habría que llamarles a los batasunos Iosu Cuneteros!).


El parque de la trasera del Monumento a los Caídos de Pamplona, hoy plaza Serapio Esparza (los franquistas que fueron del PNV SI pueden tener calles  y plazas en Pamplona)
En cuarto y último lugar, si algún espectro político tiene derecho a reivindicar a los "suyos" en Navarra son el PSN-PSOE, la UGT y la CNT. El papel del separatismo vasco en Álava y Navarra fue calzarse la boina roja (algunos incluso camisa azul y posteriormente uniforme de la División Azul -ejército nazi-) y salir al frente a pegar tiros contra el bando frentepopulista. Si no fuera por la gravedad de la situación, resulta bastante cómico ver a separatistas reivindicar la memoria de otros (en parte por dejación de la izquierda navarra) cuando sus padres/abuelos fueron precisamente esos odiosos fascistas cuneteros. Desde luego que nombres sobran; desde el archiconocido Urmeneta o los Aranzadi, hasta un tal Serapio Esparza, personaje que siendo peneuvista apoyó el golpe del 36 y a pesar de ser "franquista" Asirón no ha tenido empacho en dedicarle una plaza.


En esta obra se recogen los crímenes cometidos en la retaguardia vizcaina y guipuzcoana por parte de las milicias rojas y peneuveras. En poco más de un año en la retaguardia de estas dos castellanismas provincias se cometieron numéricamente muchísimos más crímenes que todos los atribuidos en la retaguardia navarra. Por otra parte, ya va siendo hora de rescatar del olvido a todos los navarros que murieron bajo las bombas de la aviación republicana en sus incursiones de "castigo" sobre nuestra tierra o de aquellos navarros que fueron ejecutados en la retaguardia "republicana" en otras partes de España-

miércoles, 11 de abril de 2018

¿Memoria Histórica o revanchismo guerracivilista?


El del Monumento a los Caídos de Pamplona, del que venimos hablando y no poco en este blog últimamente, en realidad no es un caso excepcional. El encono y persistencia con que se le viene persiguiendo –y ello, además, sin posibilidad de réplica a un discurso impuesto y autopresentado como universalmente explicativo y definitivo- acompaña múltiples decisiones políticas, acciones sociales, pronunciamientos mediáticos, legislaciones nacionales, autonómicas y municipales… muchas de ellas impulsadas desde unas asociaciones autodenominadas de Memoria Histórica. Y por toda España de manera análoga. El del Monumento a los Caídos de Pamplona sería otro supuesto más… ¿Seguro?

En este caso que nos ocupa concurre una incidencia significativa, acaso decisiva, al proporcionar abundante luz sobre este debate: ETA, desde sus orígenes, se marcó como objetivo prioritario demoler este Monumento y eliminarlo hasta del recuerdo mismo. Quiso imponer su Memoria Histórica y su “relato”, frente a la verdad y realidad de la misma.

La Transición española a la democracia tuvo aspectos positivos y otros no tanto. Pero, en todo caso, estuvo marcada por la voluntad de superación de las ulteriores guerras civiles que tanto sufrimiento trajeron a España en los siglos XIX y XX, así como el cierre de las heridas previas más inmediatas; incluso las del terrorismo sufrido a finales del franquismo.

Existió un general consenso –ejemplar el papel del Partido Comunista de España de entonces- roto exclusivamente por ETA y GRAPO, quienes persiguieron, todavía con más medios y saña, sus estrategias terroristas; no dirigidas ya contra un franquismo enterrado en las instituciones y por la Historia, sino contra la misma realidad de una España que nunca aceptaron. Unos querían romperla; otros, sovietizarla.

Insistiremos en algo obvio: no hay nada más humano que el afán de sentido, reconocimiento, justicia, relato y afecto. Y si es posible, reparación.

Cientos de miles de personas sufrieron en extremo bajo el franquismo, en primera persona, o en las de sus familiares más directos. Todas ellas precisaban –también hoy- memoria y reparación. Bienvenidas, así, todas las actuaciones emprendidas en tal sentido: recuperación de cuerpos, entierros dignos, ceremonias de reconocimiento, placas, monumentos, películas y relatos, estudios científicos... Pero si se procede paralelamente a la eliminación sistemática de todo lo que recuerde a los “otros”, tales extremos no estarán dirigidos a la reconciliación, sino al revanchismo determinado por un guerracivilismo que pretende alterar la Historia... con efectos retroactivos.

No vamos a afirmar que todas las violencias sean similares; tal carga, para los amigos de los terroristas. Ni creemos en la equidistancia moral. Tampoco concebimos que cada sufrimiento, personal e intransferible, pudiera, siquiera, suprimirse con palabras vanas y tardías.

El Ayuntamiento de Callosa de Segura (Alicante), gobernado por un tripartito formado por el PSOE, Podemos e Izquierda Unida; retiro una cruz "franquista" entre una gran contestación ciudadana. Ahora los vecinos de Callosa de Segura reproducen la cruz de los caídos en forma de luz a pesar de que están siendo multados con 100€ por noche.

Memoria, por supuesto. Historia, siempre. Reconciliación: es deseable e imperiosa. La paz, el objetivo que debiera ser común a todos. Pero no seamos ingenuos: para algunos la paz no es un bien prioritario, incluso apenas deseable; por encima estaría el triunfo del propio proyecto político y social. El fin justificaría los medios. Un ejemplo evidente: el de todos los terrorismos.

No obstante, más allá de generalizaciones más o menos compartidas, debemos señalar que la denominada Memoria Histórica parte de algún discutido presupuesto metodológico que afecta incluso a su propia denominación: si es memoria, será selectiva. Y si es selectiva, no puede ser histórica, pues esta disciplina –la Historiografía- pretende explicar qué sucedió, cómo, porqué, quienes fueron sus protagonistas, sus mentalidades, su intrahistoria, la vida cotidiana… De una manera integral, unitaria; sin eliminar espacios, hechos, o protagonistas. Sin “adaptarla”, mutilándola, en función de un criterio ideológico.

En los años de la Transición, especialmente a lo largo de los primeros, pero también en un goteo constante perpetrado en décadas siguientes, se eliminaron monumentos e inscripciones “franquistas” de todo tipo, múltiples denominaciones de los callejeros, de las mismas localidades, estatuas, títulos honoríficos…  De hecho, del franquismo no queda mucho a nivel simbólico; pero sí materialmente hablando: ¿se debieran derribar todos los miles de viviendas sociales entonces edificadas? ¿Y los colegios, carreteras, edificios públicos de todo tipo…?

Efectivamente, permanecen en pie el Valle de los Caídos, en Madrid, y este gran monumento navarro. Pero, la pretensión de su demolición, ¿realmente responde a una higiene democrática o, más bien, a intereses de tinte totalitario cuyo objetivo real sería el cambio socio-político y  mental por medio de una “policía del pensamiento”?

Mucho tenemos que, analizando críticamente los procesos en marcha, nos encontramos ya en esta situación que, en su naturaleza última, nada tiene que ver con la verdad histórica; siendo tal máscara, únicamente, mero instrumento a manipular al servicio de fines totalmente ajenos.

Veamos una situación de hecho que se remite al más elemental sentido común. Si hoy es imposible recabar apoyo institucional alguno en la búsqueda de un requeté navarro desaparecido en combate en el frente de Belchite, por poner un ejemplo, alegándose desde las instituciones actuales que sus familiares pudieron hacerlo durante 40 años de franquismo y que no se contempla por ley, algo está fallando en los presupuestos de tales medidas; y en el mismísimo sentido de realidad. En el franquismo tampoco se desplegaron excesivos medios al respecto; respondiendo buena parte de las mismas a iniciativas particulares. De hecho, hoy mismo, vienen siendo recuperados restos de combatientes del ejército nacional, si bien se consideraba que corresponderían a republicanos represaliados (https://www.20minutos.es/noticia/3070917/0/exhuman-primera-fosa-figuerola-dorcau-encuentran-17-soldados-guerra-civil/).

Soldados republicanos llevan capturado a un oficial del bando nacional para ser fusilado durante la Guerra Civil Española (1936)

En la pretensión de borrar todo rastro de aquél que sea considerado como rival, despreciando por puro sectarismo otras legítimas pretensiones, no hay grandeza alguna. Si se pretende resarcir la violencia pasada con otras modalidades más “actuales y “sofisticadas” de violencia espoleadas por el rencor, sus frutos no serán duraderos. Ni responderán a la verdad.

Memoria Histórica, de acuerdo, pero para todos y para todo. En caso contrario, se trata de elemental sectarismo.

Reconciliación… Todas las personas de buena voluntad afirman que es un bien colectivo siempre deseable. Pero hoy algunos persiguen un tardío castigo del “otro”, borrar su recuerdo, eliminarlo del relato histórico, imponer una única visión… Todo esto es incompatible con las prácticas más elementales dirigidas a la reconciliación; lo que implica “unos”, “otros”, acaso unos “terceros”, y, en todo caso, pluralidad de fuentes, testimonios, miradas... Unanimidad equivale, entonces, a totalitarismo.

Perdón… Un movimiento de la inteligencia, la voluntad y el afecto que debe ser siempre libre, moral y personal: no existiendo Ley que lo imponga. Ni violencia que lo sostenga por siempre.

El que fuera presidente de la Segunda República, y tantas veces citado, D. Manuel Azaña, incorporó otra palabra en tan difícil, pero necesaria, ecuación colectiva: piedad. Un término que acaso hoy suene a “antiguo”, se perciba como demasiado “religioso”, o simplemente imposible de practicar.

Paz, piedad, perdón; en palabras literales de Don Manuel de su célebre discurso del 18 de julio de 1938 en Barcelona: «Cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que les hierva la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelva a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección: la de esos hombres que han caído magníficamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, piedad, perdón».

Es la pura y dura realidad: muchos de quienes dicen ser deudores del espíritu del intelectual alcalaíno, o no le comprenden o simplemente lo ningunean…. conforme el bastardo interés del momento. Piedad, por tanto.

Por último: verdad. Simplemente, verdad. Para buscarla, sin adjetivos, hay que ser honesto y veraz. Pero cuando hay una ideología por medio, ello es imposible; o extremadamente dificultoso. Aquí radica la clave de la peculiar Memoria Histórica de hoy: está al servicio de una ideología totalitaria que pretende destruir la Historia, cambiar las mentalidades y predeterminar el futuro. Un ejercicio de “ingeniería social” que torpedea la convivencia.

Por todo ello, hoy, los espíritus críticos no pueden permanecer en silencio cuando se dogmatiza y discursea por medio de eslóganes vacíos de estricta virtualidad propagandística. Ser rebelde y crítico implica rechazar la Memoria Histórica que nos quieren imponer desde el poder.


Sila Félix

miércoles, 7 de marzo de 2018

Monumento a los Caídos: ¿ya ha decidido Asiron su demolición?


El Ayuntamiento de Pamplona, liderado con mano de hierro por el bilduetarra Joseba Asiron, prosigue con su farsa de “proceso participativo” respecto al Monumento a los Caídos de la mano del colectivo ZER. Y no somos los únicos que tienen tal percepción: recuérdese la viñeta de Navarra.com del pasado 26 de febrero (https://navarra.elespanol.com/blog/by.koko/asiron-bildu-caidospamplona/20180226092114172884.html).

De las intenciones reales de sus impulsores, tanto del colectivo ZER como del equipo directivo del propio Ayuntamiento, dicen mucho las personalidades respectivas.

Es público, y así se ha difundido en diversos medios de comunicación, que el Ministerio Fiscal ha solicitado 2 años de prisión para dos integrantes del ZER (un feliz y bien avenido matrimonio) por espiar –siempre presuntamente- desde un edificio de propiedad municipal (la Sala de Exposiciones del Monumento a los Caídos) electrónicamente las actividades religiosas de una Hermandad autorizada para ello en la cripta del Monumento. Espacio, recordemos, que sigue siendo de uso y disfrute del Arzobispado. 

Todo un caso de espionaje, ¡y en Pamplona, sin ir más lejos! Un escandalazo…
No es nada complicado llegar a una sencilla conclusión: “alguien”, presuntamente, desde el propio Ayuntamiento, presuntamente, les ha dado permiso para ello, facilitándoles las llaves para acceder al edificio municipal y así perpetrar la fechoría: accediendo al cuadro de luces, “alguien”, presuntamente, colocó un dispositivo de grabación de sonido e imagen a través de una rejilla de ventilación.

¿Y quiénes son esos presuntos delincuentes? ¿Qué es ZER? ¿Quiénes son ZER? “Proceso participativo” del Ayuntamiento y ZER, ¿persiguen el mismo objetivo?
Repasemos los datos concretos y objetivos:

1- A las personas a las que Fiscalía pide pena de prisión por presunto espionaje son dos miembros de ZER. Un feliz y bien avenido matrimonio.

2- ZER es una plataforma creada, hace unos 3 años, para abordar dilemas urbanísticos, en teoría. Pero, en la práctica, su única actividad pública –al menos de manera visible- son unas jornadas sobre el Monumento. Véase el impreso “nada inocente” de la convocatoria, avalada por el Ayuntamiento de todos los pamploneses.


No resulta sencillo seguirles el rastro, no en vano, ¿recuerdan aquel video en el que se escenificaba la voladura del Monumento? Efectivamente, lo elaboró ZER y hoy, salvo que usted lo tenga guardado, ya no se encuentra fácilmente por internet… al igual que otras cualesquiera actividades de ZER. Sorprendente, ¿no?

3- Integrantes de ZER. Sigamos desentrañando el misterio. Según las diversas informaciones que se han ido publicando, de fuentes propias de ZER y externas, al menos tres personas se han identificado como impulsores, militantes, directivos, etc., de ZER, a saber: el fotógrafo Clemente Bernard, el polémico pintor de la exposición “Navarra 1936” José Ramón Urtasun e Iñaki Arzoz (ex-pintor, en sus propias palabras, polifacético artista y activista).

4- Clemente Bernard, a su vez, es titular de una empresa de proyectos culturales, Alkibla. (https://www.alkibla.com/qui%C3%A9nes-somos/).

5- Relación entre ZER y el Ayuntamiento, presuntamente. O no tan presuntamente; no en vano, el Ayuntamiento de Pamplona figura como colaborador de ZER en las jornadas "¿Qué hacemos con el monumento a los caídos?" de enero de 2017. Subvenciones al margen, que de todo habría que hablar -acaso de esas que nunca superan los 3000 euros- tales jornadas se realizaron en el Palacio del Condestable, de titularidad municipal. Y, entre otras actividades, se efectuó una visita guiada y colectiva al Monumento… entonces, ¿quién abrió las puertas del mismo? 

6- Casualmente, dos meses después de la visita, se descubre el equipo de espionaje que ha originado el proceso penal y el correspondiente escandalazo político. Casualidades, ¿o causalidades? Pero presuntas, siempre presuntas.

7- Para este mismo mes de marzo de 2018, cuando ya se sabía que dos personas –presuntamente- vinculadas a ZER estaban siendo investigadas penalmente, el Ayuntamiento de Pamplona organiza unas jornadas de reflexión sobre el Monumento e ¡¡¡invitando a ZER!!! Qué fuerte, oiga.
Estas nuevas jornadas, pre-demolición, culminarán con una mesa redonda, a celebrar el día 15, en la que tomarán parte las diferentes “asociaciones memorialistas de Navarra”: AFNA, Autobús de la Memoria, Amapola del Camino, Colectivo ZER y Txinparta Elkartea (todas afines, por cierto, ¡viva el pluralismo!). El coste total previsto para la realización de esta serie de actuaciones es de 30.000 euros (http://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/pamplona-comarca/pamplona/2018/02/22/jornadas-pamplona-sobre-los-caidos-previas-concurso-ideas-577954-1702.html).

Tras este breve, pero intenso recorrido, por las tácticas de Asiron, podemos preguntarnos: los presuntos espías, ¿actuaron por cuenta propia o ajena? ¿Pudieron actuar SIN contar con complicidades e impulsores del mismísimo Ayuntamiento?

José Ramón Urtasun y Clemente Bernard, miembros de ZER

Ya sabemos, al menos, que ZER -al menos, y presuntamente- son: un fotógrafo "memorialista", un polémico pintor y un (ex) pintor, Iñaki Arzoz, quien se dedica a la escritura de textos de arte, política y al activismo bajo diferentes seudónimos (http://www.arte1512.org/index.php/inaki-arzoz). Todos ellos muy amigos, ideológicamente fanáticos, muy cercanos a Asiron y los suyos… ¿es necesario decir más?

El colibrí

martes, 10 de octubre de 2017

En España no habrá guerra civil


Agapito Maestre, uno de los grandes articulistas de Libertad Digital, ha publicado un polémico texto titulado ¡Guerra civil! (http://www.libertaddigital.com/opinion/agapito-maestre/guerra-civil-83343/), en el que establece inquietantes paralelismos entre las jornadas españolas previas al estallido de julio de 1936 con las que venimos sufriendo a causa de la rebeldía desatada en Cataluña.

Como corolario de su hipótesis, el autor mantiene que nadie, un 17 de julio de 1936, podía anticipar qué pasaría al día siguiente. El 18 de julio –por todos es sabido- se desató la guerra civil. De tal modo, análogamente a lo que pudiera acaecer en estas jornadas, asegura, cualquier suceso inesperado podría desatar algún conflicto similar al sufrido entonces. Eulogio López por su parte, otra gran periodista al que seguimos, también viene haciéndose eco, desde hace algunas semanas, de un temor similar (por ejemplo, http://www.hispanidad.com/puigdemont-entre-la-frustracion-en-cataluna-o-la-guerra-civil-en-espana.html); si bien con los colores propios de su peculiar mirada y fogoso estilo.

Nosotros, en contraste con ambos, negamos la mayor: tales afirmaciones no son correctas, y sí tremendistas, alarmistas e innecesarias.

Desconocemos (¿alguien lo sabe realmente?) qué escenario espera a España en los días que siguen: aceleración de los acontecimientos y ruptura territorial… o parálisis, incertidumbre, agostamiento. En cualquier caso no habrá guerra civil.

En 1936 existían poderosos partidos políticos, con sus respectivas milicias armadas fogueadas en guerrilla y terrorismo, orientados a la guerra civil; a la que se dirigían como una fase inevitable, en su revolución “a la soviética”, que ineludiblemente sacudiría a una España “feudal” y “reaccionaria”. No se trataba de mera retórica, pues conforme sus presupuestos ideológicos -que respondían a unas hipotéticas leyes de hierro que predeterminarían el devenir histórico- la conquista violenta del poder se concebía como un escenario -deseable e inevitable- previo al exterminio de “la España de la reacción”.

El PCE, el POUM, buena parte del PSOE, la anarcosindicalista CNT en pleno, casi toda la UGT, las Juventudes Socialistas Unificadas, algunos partidos nacionalistas… todos ellos coincidían en preparar a sus masas, por medio de numerosos e incendiarios periódicos impresos, para tal eventualidad; a la vez que potenciaban sus milicias juveniles armándolas y adiestrándolas por medio de militares profesionales de la clandestina UMRA.

El modelo a seguir era la Rusia soviética. Al igual que allí dos décadas antes, en España la guerra civil era imaginada -por los oráculos revolucionarios- como inevitable, más cuando “los terratenientes y sus aliados de clase” estarían preparándose –según denunciaban- para una contrarrevolución fascistizante; lo que en cierto modo era así. Militares derechistas y republicanos “de orden”, las milicias falangistas, el requeté, los monárquicos alfonsinos… pretendían anticiparse al que entendían como ya ineludible “golpe marxista” mediante otro de carácter “preventivo” y “quirúrgico”, de inexcusable y enérgica violencia.

Las espadas estaban en alto; de manera bien real, nada metafórica. Seguramente casi nadie podía imaginar, ni querer, una guerra de tres años; que es lo que finalmente acaeció. En todo caso, ya fuera por miedo, ya por cálculo ideológico, las dos Españas se preparaban para desatar y afrontar cotas máximas de violencia y terror.

Hoy no existen tales condiciones; ninguna de ellas.

En la actualidad no concurre ningún partido orientado a la guerra civil; tampoco a un golpe “quirúrgico”. En Podemos, una parte del PSOE, ERC, EH Bildu, las CUP, etc., hacen propios diversos ingredientes doctrinales “guerracivilistas”; en el sentido de un despliegue sectario de la “memoria histórica”, cierta retórica de lucha de clases (contra “la casta”), un creciente y viejunoanticatolicismo y, ante todo, su intento de enlazar la legitimidad de la España de hoy en el aborto de la Segunda República prescindiendo de 80 años de Historia. Pero, de dibujar tan indigentes presupuestos ideológicos, a pretender desatar una auténtica guerra civil, existe un enorme trecho. Gigantesco.

Tampoco concurren otras circunstancia igualmente necesarias para tan tremendo escenario; caso de la existencia de milicias armadas. Ni siquiera están presentes, afortunadamente, residuos terroristas que las prefiguren. Así, por poner un ejemplo real, el grupo juvenil Arran, presentado generalmente como auténtica “partida de la porra” (http://www.navarraresiste.com/2017/10/la-partida-de-la-porra-regresa-las.html) del independentismo, apenas agrupa medio millar de activistas en unos 50 grupos locales; quienes apenas están capacitados únicamente para asaltar restaurantes, pinchar ruedas de bicicletas, hacer pintadas en autobuses urbanos, lanzar bengalas… Su prototipo humano nada tiene que ver con el enjuto pistolero anarquista de los años 20 o el austero profesional bolchevique, caracterizándose, más bien, por el buen vivir y su gusto por todo tipo de placeres sensibles; nada que predisponga, pues, a sacrificar la propia vida en aras de la causa.

Por su parte, el minimizado Ejército español, enteramente profesionalizado y por completo controlado por los poderes civiles, ya no es un “poder fáctico” con el que necesariamente contar; careciendo de una “agenda” política propia y del apremio de un contexto que apuntara al propio exterminio.

No existen, por tanto, contendientes relevantes empeñados en un enfrentamiento armado. Afortunadamente. Ni por una parte, ni por otra.

Además, en 1936 concurría, de manera decisiva, una estructura social totalmente distinta a la de hoy: la mayor parte de la población vivía en el campo subdesarrollado, una clase obrera malvivía en suburbios de unas pocas grandes urbes, la tasa de analfabetismo era muy elevada, la microeconomía para grandes sectores de la población era de pura subsistencia lindante con el riesgo endémico del hambre. Casi nadie viajaba, no se disfrutaba de la vida, no existía una cultura e industria del ocio, no se intuía siquiera un Estado del bienestar que llegara a proveer de casi todo. Los medios de comunicación eran muy primitivos, pero, no por ello, menos determinantes del clima político general. Importantes y selectas minorías de la población estaban dispuestas a morir y matar por sus ideales y por su gente; otros muchos estaban dispuestos a evitarlo eliminando a su vez al adversario… El miedo se extendía imparable, hasta el pánico y el terror, entre las que devendrían –finalmente- como inasimilables dos Españas. Y ya se sabe: a causa del miedo se cometen los mayores crímenes.

Otro capítulo decisivo más: no existen en el contexto internacional, hoy día, actores foráneos empeñados –factiblemente- en alimentar un conflicto armado en España, quienes pudieran sostener –por el motivo económico o geoestratégico que fuere- el violento empeño de unos socios locales. En cualquier caso, las presuntas intromisiones de los hackers rusos, días atrás, están muy lejos de precipitar un desenlace imprevisible.

No, no existen condiciones objetivas, ni subjetivas, para una guerra civil. Tampoco para un “golpe quirúrgico”.

La toma y el desempeño del poder en Europa occidental, desde el término de la Segunda Guerra Mundial, acaece por dos vías: las propias del parlamentarismo representativo al uso, y las menos formales a resultas de la “guerra de posiciones” de matriz cultural. Nos referimos a la estrategia gramsciana: el cambio de mentalidades y sociedad auspiciado por “intelectuales orgánicos” en la educación, la cultura y los medios de comunicación.

A este cambio incruento de virtualidad revolucionaria concurre, desde la izquierda radical-progresista, la estrategia del “empoderamiento”; es decir, la creación de espacios de “contrapoder” civil, ya desde una explotación alternativa del Derecho, ya mediante la imposición de novísimos mecanismos de control y reproducción social derivados de la ideología de género y los “nuevos derechos” sociales e individuales.

Hoy día, en suma, la izquierda radical-progresista, y sus compañeros de viaje, no precisan aniquilar físicamente a sus enemigos; acallándolos –en su lugar- asépticamente y estigmatizándolos a modo de innombrables parias sociales.

Retomemos la tesis central de este artículo: no existe riesgo de guerra civil en España. Pero ello no quiere decir que no exista una profunda y larga confrontación política y social de la que la crisis catalana no sería sino una expresión más a causa de una muy perseguida conjunción de intereses y desafectos; reales e inducidos.

No se presenta en nuestro horizonte, insistiremos, una guerra civil, pero España permanece en riesgo de desaparecer; no en vano, las formaciones separatistas, potenciadas por la inhibición y ceguera de los poderes centrales del Estado, vienen acumulando fuerzas, manteniendo siempre la posibilidad de articulación de alianzas de carácter traumático (en sentido amplio; nacional, social, moral, cultural…). Nos referimos, concretamente, a una plausible conjunción –sea lo que suceda a lo largo de las próximas jornadas en Cataluña- entre Podemos-PSOE-separatistas; tal y como viene propiciando, entre otros, el magnate de Mediapro, Jaume Roures (https://www.elconfidencial.com/espana/cataluna/2017-08-27/junqueras-pablo-iglesias-cena-secreta-roures_1434397/). Tal posibilidad, para nada remota, cuestionaría en todo caso la vigencia de la Constitución y el actual statu quo, facilitando la apertura de inéditos escenarios: desde una reforma constitucional de imprevisible alcance, la ruptura nacional, o la articulación de nuevas formas de empoderamiento y contrapoder alternativos a la legalidad actual; siempre redundando en la ruptura del marco de convivencia y la eliminación de los ya mínimos valores compartidos.

Sin embargo, a pesar de tanta mentira, de las diversas violencias contra cuerpos y almas, de los cobardes, de los falsarios, de los manipuladores, de los ladrones y de los nihilistas: no habrá guerra civil en España.

Pero todo ello -negar la posibilidad de una guerra civil, o de un escenario de imprevisible violencia política- no implica mirar hacia otra parte, inhibirse, o negarse a ver al conjunto de fuerzas disolventes que operan en la sociedad española. Es necesario, más que nunca y por ello, mantenerse en guardia, desarrollar un espíritu crítico y analítico, asociarse en defensa de los propios intereses y valores, generando sociedad civil, tomando partido y, en suma, movilizarse por los valores que merecen la pena ser vividos.


Si una guerra civil no es factible, ni jamás deseable, tampoco es previsible un cambio radical de escenario político de manera inmediata. El terrorismo separatista, por su parte, no parece estar en condiciones de ser reactivado desde los independentismos. Pero la batalla de las ideas, la lucha por los espíritus y la irrupción de nuevas formas de contrapoder de virtualidad revolucionaria, persisten y se agudizan. Seamos realistas: afrontémoslo.

Sila Félix

jueves, 15 de junio de 2017

Bombardeos aéreos sobre Navarra en la Guerra Civil


Si bien no es la primera vez en los últimos años que sale a colación el tema de los bombardeos republicanos sobre Navarra durante la Guerra Civil (1936-1939), el tema  vuelve a ser de actualidad gracias a la revista de historia y actualidad militar "Ares". En un magnifico y extenso artículo, el autor relata un hecho "olvidado", como fueron los sucesivos ataques aéreos de la aviación republicana sobre Navarra durante el conflicto bélico fratricida, que además tuvo la característica, como muy bien refleja el autor, de ser acciones de represalia sobre población civil, sin ningún interés estratégico de carácter militar. En el momento actual en al cual hasta UPN se entrega apasionadamente a la memoria histórica de la izquierda más casposa y revanchista en cuanto a la Guerra Civil, se hace más necesario que nunca recordar dos hechos criminales que tanto la derecha "chamberlainista" como la izquierda revanchista olvidan de manera conveniente; los bombardeos aéreos realizados por la aviación republicana sobre Navarra (zona de retaguardia, población civil y con a penas interés militar) y los cientos de navarros fusilados por milicias del Frente Popular en la retaguardia republicana, como por ejemplo Víctor Pradera y su hijo en San Sebastián en septiembre de 1936.

Curiosamente Navarra contaba con varios puntos de interés militar, como los aeródromos de Ablitas y Buñuel, muy mal defendidos desde un punto de vista de defensa antiaérea, que sin embargo, durante los tres largos años de guerra jamás sufrieron ataque aéreo alguno por parte de la aviación frentepopulista. De hecho, el primer bombardeo sobre Navarra fue en la capital, Pamplona, el sábado 22 de mayo de 1937, en el cual, un avión modelo katiuska soltó unas bombas sobre una arboleda junto al portal de Francia que causó la muerte de 11 navarros "civiles" (es decir, no militares ni milicianos); Armando Pejenaute, María Arenal, Aurelia Mainer, Patrocinio Évora, Juan Jiménez, Eusebio Martínez, Agustina Osés, Vicente Urra y los niños Florencio Ilzarbe, Victoriano Lizarraga y Daniel Fiz.

El 13 de agosto de 1937 le llegará el turno a Tudela, que de resaca de fiestas de Santa Ana cuando a las 18:00 horas tres tupolev lanzaron 9 bombas de 25 kg, causando numerosas víctimas entre los asistentes a las ferias; Jesús Gil, Cristina y Montserrat Suchet, Inés Hernández, Mariano Ciria, Ramón Ibarra, Concha Jiménez, Victoriano Casajús, Atilano Coscolín, José María Pérez y los niños Mercedes Gracia y José Marín. El 25 de septiembre del mismo año le toco la china a la localidad de Lumbier, cayendo las bombas sobre el casco urbano que ocasionó la muerte de Pablo Tabar, Carlota Aldave, Carmela y Pilar Góngora, José Indurain, Francisco Iriarte y María de los Ángeles Eguaras, aparte de daños sobre la iglesia y trece casas de la localidad, todo de un objetivo militar de vital importancia como se puede apreciar.

De nuevo la capital del viejo reino sufrirá una nueva acción de "castigo" frentepopulista, ya que el 11 de noviembre de 1937 en torno a 12 katiuskas de la 3 escuadrilla con sede en la localidad catalana de Reus arrojaron unas 35 bombas sobre el Paseo Sarasate, Yanguas y Miranda, el Banco de España y el palacio de Diputación y la casa de Misericordia, ocasionando la muerte de Antonio Guerrero, Miguel Larrayoz, Alejandro García, José Quintana, José Castillo, Manuela Borrell Sánchez y María Escolástica Albéniz. De nuevo, ninguna de las victimas vestía traje militar ni portaba arma alguna. El 18 de enero de 1938 se produciría el último bombardeo sobre Navarra por parte de los frentepopulistas, de nuevo sobre Pamplona, en el que un katiuska de la 1 escuadrilla arrojó varias bombas sobre la capital navarra ocasionando un muerto y varios heridos.

Sin contar con los navarros de ambos bandos muertos en el frente de batalla, la cifra de 36 navarros civiles asesinados por la aviación del Frente Popular puede parecer poco respecto a las cifras de republicanos represaliados por los nacionales en retaguardia en Navarra (la versión oficial frentepopulista maneja cifras de entre 2.500-3.000 muertos, Salas Larrazabal en un riguroso estudio -Los fusilados en Navarra en la guerra de 1936- lo rebaja a 1.160), pero no dejan de ser asesinatos de civiles durante una guerra cometidos por las tropas de su amado ejército rojo. A esta cifra de 36 víctimas navarras de la represión frentepopulista habría que añadir los navarros ejecutados por las milicias rojas en las retaguardias de las zonas que éstos controlaban, como el caso ya mencionado de Víctor Pradera e hijo. Sin perjuicio de reconocer que muchas de las más que probable 1.160 víctimas navarras en la retaguardia fueran injustas y sea necesario el correspondiente reconocimiento a ellas y sus familias, nunca se alcanzará la verdad, la memoria histórica con mayúsculas y la reconciliación necesaria para poder encarar juntos el futuro si no reconocemos también a las víctimas navarras del "otro" bando, cuyo único delito fue pensar distinto o simplemente residir en la zona "enemiga".

Desde este humilde blog convidamos a la clase política y mediática a realizar memoria histórica de verdad, no dejarse arrastrar por ciertas modas muy interesadas, y si hay que reparar a las víctimas de aquel nefasto conflicto, que sea a todas, incluyendo 36 navarros que fueron asesinados en retaguardia y que jamás (ni siquiera el franquismo) homenajeo ni reconoció como es debido, victimas que fueron asesinadas por el ejercito frentepopulista. Esperemos que algún día ellos también tengan su correspondiente placa y/o monolito, por supuesto sufragado con fondos públicos, como al resto. Y ya que estamos con el tema de la Guerra Civil, los distintos investigadores e historiadores podrían tener la valentía de un Víctor Manuel Arbeloa, que con su trayectoria en el Partido Socialista (es decir, de izquierdas) no tiene reparo en reconocer las atrocidades cometidas por el Frente Popular entre octubre de 1934 y junio de 1936, trayendo a colación los hechos históricos ciertos (además recogidos en la propia documentación frentepopulista), sin tratar de edulcorar o manipular la historia según intereses partidistas o sectarios. Ojalá haya muchos Arbeloas que saquen a la luz la verdad, sin intereses partidistas, sectarios ni manipuladores a las que nos tienen tan acostumbrados los palmeros oficiales de la izquierda y el separatismo con el silencio cómplice de la derecha más acomplejada.

viernes, 9 de diciembre de 2016

El crímen de los Sagardía: la Navarra más negra


Yo sé que por lo que me dispongo a decir, va a haber gente que me va a tachar de friki, pero no tengo más remedio que declararme fan de Iker Jimenez. Me gustan sus programas de radio y televisión; e intento verlos todos. Esto no quiere decir que crea en los poltergeist o en los reptilianos -todo lo contrario-, es que no hay uno sólo de sus programas en el que no aprenda algo nuevo y esto es un lujo en la era de la televisión basura.

El pasado domingo y como es de costumbre, estaba viendo de reojo uno de sus programas cuando vi aparecer una de esas imágenes inconfundibles de esos bosques verdes del norte de Navarra. Esa noche Iker nos traía una historia que tuvo lugar durante el inicio de la Guerra Civil Española en los montes en torno a la localidad de Gaztelu, lugar situado en el valle del Alto Bidasoa o Malerreka, enmarcado en lo que el genial Pío Baroja llamó "el país del Bidasoa". Un lugar idílico que esconde la historia de uno de los crímenes más truculentos que tuvieron lugar contra personas inocentes durante aquellos años traumáticos. 

Durante la noche del último domingo de agosto de 1936 una madre y sus seis hijos desaparecieron en algún lugar de estos montes, su última residencia conocida: una chabola en pleno campo que apareció quemada al día siguiente. Los rumores en la zona hablaban de un asesinato múltiple, un hecho horrendo sin duda porque hablamos de una mujer embarazada y alguna de sus hijas apenas había sobrepasado el año de vida. Interesado por este trágico suceso, me dispuse a buscar información referente al mismo: "el crimen de Gaztelu" arroja como resultados una sarta de páginas web abertzales o de la extrema izquierda llamada memorialista. ¿Fueron a caso asesinados por tratarse una familia de izquierdas?

Juana Josefa Goñi era una mujer muy bella, según contaban quienes la conocieron, que tuvo la suerte de heredar de sus padres una modesta suma que no tardó mucho en gastar en sus asuntos familiares. Su marido Pedro Antonio Sagardía era carbonero de profesión y no hace falta indagar mucho en la biografía de la familia para ver que no se trataba de una familia muy bien avenida económicamente, problemas que se acentuarían con el advenimiento de la guerra en España. Por aquel entonces y cuando los hijos de la pareja empezaron a pasar hambre, quién sabe si en alguna de sus correrías por el pueblo afanaron comestibles de las huertas de sus vecinos: una berza, unas patatas, una gallinas... todos haríamos lo mismo en esa situación. El caso es que los vecinos del pueblo decidieron en batzarre (una junta) la expulsión de la familia del pueblo.

Así, a mediados de agosto de 1936, Juana Josefa que estaba encinta, se vio obligada a abandonar el pueblo junto con seis de sus hijos: Joaquín de 16 años; Antonio de 12; Pedro Julián de 9 Martina de 6; José de 3 y Asunción de tan sólo año y medio de vida. Su hijo mayor José Martin se encontraba con el padre trabajando en los montes haciendo carbón. La familia se asentaría en una choza en los montes que buenamente prepararán en las ruinas de una antigua cabaña. Al enterarse Pedro Antonio de que su mujer había sido expulsada del pueblo, bajó de nuevo a Gaztelu para buscarla, allí fue detenido por los vecinos y entregado a la Guardia Civil en el puesto cercano de Santesteban, donde le retuvieron por ocho días sin cargo alguno tras los cuales fue puesto en libertad bajo la premisa de no volver al pueblo.

El padre recibió una carta de Juana Josefa pidiéndole algo de dinero y este se lo hizo enviar a un vecino para que se lo entregase, sin embargo el vecino le devolvió el dinero de vuelta porque no era capaz de encontrar a su mujer, que para aquel entonces había desaparecido junto con seis de sus hijos. Pedro Antonio continuó buscando a su familia por los pueblos cercanos y en 1937 interpuso una denuncia por la desaparición de su familia en el Juzgado de Pamplona, desaparición que según él afirmaba no podía tener tintes políticos ya que él y su familia votaban a la derecha. En la misma denuncia la mejor amiga Juana Josefa, también de Gaztelu, le atestiguó que la última vez que la vio fue el último domingo de agosto del pasado año y que aquella noche se oyeron cuatro disparos en el monte y la choza en la que se habían refugiado apareció quemada hasta los cimientos. 

Sin embargo la familia no pudo ser encontrada, en los pueblos empezaban a correr las habladurías pero oficialmente nadie sabía nada. Tras esto Pedro Antonio y su hijo José Martín se alistan en los Requetés para hacer la guerra. El caso no volvería a ser retomado hasta pasada la Guerra Civil, cuando por mediación del tío del marido, el general de artillería Antonio Sagardía que destacó por su papel en el alzamiento contra la República, el caso vuelve a ser retomado. El general, por aquel entonces Inspector general de la nueva Policía Armada, amenazó con arrasar el pueblo de no entregarse los responsables de la desaparición. Fueron interrogados de nuevo los vecinos del pueblo y un albañil bajó a una sima aledaña a la choza quemada ya que se rumoreaba que los restos de la familia podían encontrarse ahí, la inspección somera de este lugar no arrojó ningún resto humano y la justicia no volvió a saber nada de la familia Sagardía ni de sus posibles asesinos.

La sima de Legarrea, cerca de la choza de Juana Josefa, en los campos de Gaztelu

A partir de entonces, el tema de los Sagardía se convirtió en un tabú en el pueblo de Gaztelu. Ahora sabemos, porque es un secreto a voces, que aquella noche del 30 de agosto de 1936 subieron a la choza de Juana Josefa entre seis y ocho vecinos del pueblo que acorralaron a la familia mediante teas de fuego y que los arrojaron a la cercana sima de Legarrea, de 50 metros de profundidad. Quizás en el proceso dispararon a los niños pequeños, que previsiblemente eran los que más lloraban, si es que no quemaron a viva a la familia dentro de la choza. También se rumoreaba que en los días siguientes estas personas habían acudido a la sima para ver si se oía a alguien gritando dentro, y que la habían llenado de troncos y piedras. 

Los motivos son desconocidos, pero se podría tratar de rencillas enquistadas, envidias atávicas, nuevos robos en las huertas o quién sabe qué. Lo que es seguro es que este asesinato no tuvo ningún tipo de "justificación" política y este caso quedaría enterrado en la Historia hasta finales del siglo XX, cuando será retomado por asociaciones memorialistas abertzales y de extrema izquierda que aprovechando que un crimen tan horrible fue cometido durante el caos de la Guerra Civil, no dudaron en encalomárselo a los pérfidos españoles.

Hoy en día los abertzales y sus amigos acuden a la sima de Legarrea para hacerles homenajes a los Sagardía ataviados con ikurriñas, banderas republicanas y banderas "nabarras" de mentirijillas. Algo curioso puesto que de estar viva, esta familia sería calificada por estos lumbreras como de "extremaderecha" y "ultracatólicos". No sólo el padre y uno de los hijos hicieron la guerra con el Requeté y contra los enemigos de España del ayer, sino que no contento con eso el hijo mayor también marchó voluntario con la demonizada División Azul a luchar contra el comunismo de la Unión Soviética.

(izquierda) Homenaje a la familia Sagardia-Goñi entre parafernalia abertzale (derecha) Identificación como requeté de José Martín Sagardia, hijo de Juana Josefa Goñi

Lo que sí que es cierto es que este mismo año, un equipo de la asociación abertzale Aranzadi, capitaneado por el forense batasuno Paco Etxeberría, encontró los restos de la familia Sagardía en la sima de Legarrea, no sin antes encontrar en la misma -hace dos años- el cadáver del joven natural de Legasa  José Ignacio Iñaki Indart que había desaparecido en el año 2008 y de retirar dos metros de tierra y troncos además de la basura que había sido depositada. Tras 80 años de silencio, por fin sabemos con certeza cuál fue el destino de Juana Josefa y sus hijos. Por desgracia sus asesinos a estas alturas habrán muerto en la impunidad, sin haber sido castigados en esta vida. Una vez desaparecida esta familia, los robos en las huertas del pueblo no se detuvieron.

Cuando alguien hace algo que está bien hay que reconocerlo, aunque Paco sea uno de esos que se afana en rebuscar en las cunetas y en las simas los muertos de una guerra hace 80 años mientras nos pide que nos olvidemos de los muertos de ETA de antes de ayer. Como diría Pablo Iglesias: "Algunos quieren utilizar el dolor de las víctimas para ganar votos", ahora hacer nuestra parte consiste en no dejar que los amigos de la ETA instrumentalicen como buitres el deleznable crimen de los Sagardía para hacer de él su propaganda.

Hispano

jueves, 6 de octubre de 2016

El mito de los "gudaris" vascos


Cualquiera que tenga calada a la merma vasquista sabe que ésta es muy dada a la creación de imaginarios que en demasiadas ocasiones nada tienen que ver con la realidad, y en la mitología del etnicismo vasco tienen un lugar especial esos valerosos gudaris (soldados vascos) que desde tiempos inmemoriales han acudido entre gritos tribales a luchar detrás de la ikurriña... sí, estamos ante otro cuento chino.

Los "gudaris" en la Guerra Civil

Al principio de la Guerra Civil tanto Navarra como Álava se alzan a favor del bando sublevado, hay que recordar que en el último extremo el Partido Nacionalista Vasco en Navarra y Álava también apoyará al bando nacional, aquí empieza el oportunismo de estos euskaldunes de pro. Las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa a su vez se ven a merced de bandas de comunistas y anarquistas que se dedican a la filantrópica labor de asesinar a la oposición política y los religiosos, tropelías que no pueden ser evitadas por el PNV a pesar de que ha comenzado a formar unas milicias que serían conocidas como el Euzko Gudarostea (ejército vasco).

Desde el comienzo de la rebelión el Partido Nacionalista Vasco estuvo jugando a dos bandas, por un lado le decía a Azaña que ellos lucharían por la República, mientras que por el otro negociaba con Franco. El hecho es que los nacionalistas vascos no se decantaron oficialmente por un bando hasta agosto y que si lo hicieron no fue por convencimiento, sino porque vieron que si los republicanos ganaban la guerra esto sería peor para España, y que por lo tanto estarían más cerca de su ansiada independencia.

Del desarrollo de la Guerra Civil en la Campaña del Norte se ha escrito mucho, pero en resumen el desempeño de los aguerridos gudaris consistió en correr desde que los voluntarios navarros tomaron Irún. Corrieron hasta Bilbao, donde empezaron a rendirse a las tropas del ejército franquista que entraron en la ciudad al mando de Rafael García Valiño, a quien se entregó el comandante del Itxas-Alde ridiéndole honores y al grito de: "¡Sin novedad, mi coronel! Le hago entrega de la ciudad intacta y, desde aho­ra, me pongo a sus órdenes." No sólo se habían dedicado a proteger las industrias de guerra que tenían orden de dinamitar, sino que rindieron la ciudad sin que los sublevados pegasen un sólo tiro y se pasaron al bando del que fuera su enemigo para dedicarse a desarmar a los reductos de sus antiguos compañeros que aún quedaban en la ciudad.

Hasta el propio lingüista y militante del PNV Koldo Mitxelena lo decía en una réplica a un poema del también peneuvero y posteriormente batasuno Telesforo Monzón, en el que éste idealizaba a los ínclitos gudaris diciendo que estos bailaban en el frente de batalla y que caían en combate cantando, pasen y vean: 

“Lo malo es que no me reconozco en el retrato ni reconozco en él a mis compañeros a causa de un puñado de discrepancias de bulto, que enumero sin ánimo de ser completo, que el comentario de estos ocho versos bien podría llenar un volumen entero. 1. La alusión a la danza en el frente sólo podría entenderse como una burla macabra, y al caer no se canta (sólo los ángeles tienen alas, según el título que anda por ahú y, por no tenerlas, no las tenían ni nuestros aviadores), sino que a lo sumo se balbucea algo que anda entre maldición y plegaria. 2. A decir verdad, y podemos decirla ya que se trata de un secreto a voces, era más fácil vernos retroceder que avanzar. 3. Los que avanzaban, aunque no solos, eran otros muchachos de Euskal Herria (Nafarroa Euskadi da) que, por las razones que sea, luchaban como cruzados del fascismo español e internacional. 4. No solamente he tenido miedo a morir, hasta con sufijo partitivo, sino que sudaba pesadillas con sólo pensar que algunas de las innumerables partes útiles y sensibles que componen nuestro cuerpo pudiera sufrir daño o perjucio. En resumen, que el frente visto desde los sótanos de la Bilbaína quedaba un tanto desdibujado. Y también que, si nos permitiéramos licencias tan exorbitantes con la gramática, el metro y los hechos, todos seríamos escritores y hasta poetas”.


La desbandada final se produjo hacia Cantabria, donde acabaría por cundir el pánico y las deserciones se darían en masa. Viéndose en esta tesitura, los líderes nacionalistas pactarían cerca de Santoña con los mandos de las fuerzas italianas de la CTV su rendición a cambio de que los líderes del PNV pudiesen exiliarse y salvar el pescuezo, una traición en toda regla. Otros muchos de aquellos gudaris serían encarcelados o se pasarían al bando nacional.

Los "gudaris" de la ETA

De la sinrazón y la cobardía del terrorismo de capucha y boina a rosca ya han corrido ríos de tinta también. Cualquiera con dos dedos de frente difícilmente le va a considerar un soldado a alguien que se dedica a disparar por la espalda a personas desarmadas o ponerle bombas trampa con metralla a aquellos que pueden llegar a defenderse, pero para abertzales como el ya mencionado Telesforo Monzón los terroristas de ETA seguirían aquella tradición inmemorial de los soldados vascos, de nuevo propaganda pura y dura que nada tiene que ver con la realidad.

La izquierda abertzale vive sumida en una movilización constante de sus bases en la que de forma cíclica se abordan diversos temas superoriginales como la independentzia, la dispersión de los presos de ETA o las supuestas torturas por parte de las FyCSE a los miembros de la banda terrorista. No digo que esto último nunca haya sucedido y por ello hay resoluciones judiciales. Tampoco es que a los borrokillas se les haya tratado entre algodones y no hayan recibido algún hostión (merecido) que después se han encargado de magnificar para usarlo propagandísticamente. Pero en muchas otras ocasiones los propios batasunos han tenido que recurrir a denunciar torturas falsas y no para hacerse las víctimas, sino para justificar rajadas monumentales. Otro caso simbólico sería el del destacado etarra Josu Uribetxeberria Bolinaga (secuestrador de Ortega Lara) que literalmente se cagó encima cuando la Guardia Civil fue a por él. Como podemos ver, nada de lo que estos "gudaris" puedan estar orgullosos...

Los verdaderos gudaris

Queda demostrado entonces que aquellos temibles gudaris, si nos tenemos que atener a la historia, han demostrado ser una panda de cobardes desde la Guerra Civil hasta el terrorismo de la ETA. Esto no quiere decir que todos los vascos hayan sido unos cobardes. Ahí tenemos a Juan Sebastián Elcano, que fue el primer marino en dar al vuelta al mundo entre penalidades insufribles; a Catalina de Erauso, que se fugó a las Américas como una conquistadora; al célebre Blas de Lezo y Olavarrieta, que herido numerosas veces en combate defendió Cartagena de Indias de la mayor flota inglesa que había surcado los mares; o Cosme Damián Churruca, que murió combatiendo contra seis navíos ingleses a la vez en la Batalla de Trafalgar; entre muchos otros.

Pero estos verdaderos gudaris no le interesan al nacionalismo vasco, son junto a muchos otros los mejores soldados que ha dado el pueblo vasco y su denominador común es que vivieron y lucharon por y para España. Los "gudaris" de los abertzales, ni han sido soldados, ni han sido vascos.

Hispano