lunes, 18 de enero de 2016

Uxue Barkos contra el Opus Dei


Negras nubes se ciernen sobre la Clínica Universitaria de Navarra. La que es probablemente la clínica privada con mejor reputación de España y desde luego el mejor establecimiento hospitalario de Navarra, además de uno de los centros punteros en investigación de nuevas terapias y medicamentos cuyo prestigio sitúan a Navarra en el mapa internacional, ha vivido mejores momentos y el clima político vasquista que nos toca sufrir hoy en día en nuestra tierra, amenaza el empleo de hasta un cuarto de su plantilla.

Hasta el momento estaba vigente un convenio del anterior Gobierno de Navarra por el cual los empleados de la Clínica Universitaria y demás centros asociados -la Universidad de Navarra con su museo y el CIMA- recibían su atención médica general en la Clínica a cambio de que el Gobierno Foral sufragase parte de este tipo de atención. Este convenio también abarcaba a las familias de dichos empleados y eran unas 7200 personas en total las que se beneficiaban del mismo, aliviando un sistema sanitario público que pese a ser reconocido como uno de los mejores de España, también cuenta con listas de espera y carencias inherentes, como sabe cualquiera que haya acudido a urgencias y le haya tocado esperar durante horas para ser atendido.

Cualquier batasuno diría que este convenio era un chanchullo de UPN para desviar dinero público a sus amigos en el Opus Dei. La realidad es que este acuerdo suponía de forma objetiva un ahorro para los contribuyentes, puesto que el gasto asumido de forma pública suponía una cantidad sensiblemente menor de lo que habría costado atender a todas estas personas en el sistema sanitario público. En otras palabras, prescindir del convenio es deficitario para las arcas forales, nos va a costar más dinero de nuestros impuestos a los navarros y además va a saturar aún más la sanidad puesto que por el momento el euskogobierno ha previsto que para atender a más de 7000 personas tan sólo hacen falta dos médicos, un pediatra y cuatro enfermeras más, a los que ya se ocuparán de exigir saber euskera, claro está.

Pero esta decisión no obedece a ningún criterio técnico, la expresión tan cacareada por el gobierno del "kanvio" de Uxue Barkos cuando quiere decir que está imponiendo algo por bemoles. En este caso son las fobias y las filias del euskogobierno las que mandan, a pesar del hecho de que este convenio le resulta más barato al Gobierno de Navarra que atender a estas personas en el sistema sanitario público, los vasquistas dicen que son enemigos declarados de todo lo que huela a religión católica y más aún del Opus Dei. Ya se encargaron de dejarlo bastante claro sus lacayos de ETA, perpetrando en su historia seis atentados contra la Universidad de Navarra.

Esta guerra entre los abertzales y la Obra parece que viene de largo como ya digo; uno de sus últimos episodios fue la polémica en torno al centro de bioingeniería que la Universidad de Navarra pretendía ubicar en el actual emplazamiento del Centro Politécnico Donapea que se encuentra anexo al Campus de la Universidad de Navarra. El caso es que la UNAV por algún motivo se había encaprichado de esta ubicación, como si fuese la séptima colina con la que hacerse y solo ahí pretendía realizar este proyecto que habría dado empleo a unas 200 personas, buena parte de ellas altamente cualificadas. 

A cambio de la adquisición de este terreno, el Departamento de Educación iba a construir un nuevo centro en el cercano barrio Echavacoiz que asumiría las funciones del de Donapea y las acrecentaría en forma de "campus de la formación profesional", algo que no habría venido nada mal puesto que los accesos e instalaciones de este centro ya avejentado dejan bastante que desear. Como es obvio, el proyecto no salió adelante por la oposición de la izquierda y sobre todo de los abertzales, que llevaron a cabo una furibunda campaña en contra. 

En el tira y afloja, el rector de la UNAV ya amenazó con llevarse este proyecto a San Sebastián, maniobra esta digna de una mente privilegiada, puesto que supondría llevarse con él no solo sus puestos de trabajo a la provincia con menos paro de España, sino a la única provincia gobernada por aquel entonces por la misma izquierda abertzale, que no se había cortado un pelo en sabotear su proyecto cuando le venía bien a Navarra, que no cuando le venía bien a ellos en Guipúzcoa.

Precisamente esto último es lo que nos puede enseñar la moraleja de toda esta historia: si algo podemos aprender de la de la experiencia del Opus Dei en su trato con los nacionalistas de todo pelaje, es que toda cesión hacia un Saturno dispuesto a devorarlo todo nunca es suficiente y que para eso es mejor actuar en conciencia propia y no pensando en que les guste o no a los nacionalistas lo que se haga. 

De nada van a servirle a la Obra los guiños al vasquismo como iniciar y terminar discursos en euskera en una universidad con vocación nacional e internacional, y en la que por lo tanto probablemente el 99% de la gente presente en el acto no tendrá ni pajolera idea de euskera; ni la tolerancia hacia los numerarios que como Rafael Larreina militan en un partido independentista como Amaiur, que el problema no es que sea vasquista, sino que sea compatible pertenecer al Opus y ser diputado por un partido que aún no ha condenado de forma expresa la violencia de ETA y que hace campaña activa a favor del aborto (por mucho que en las votaciones, él se ausente).

De seguir por este camino la Obra se llevará la Clínica Universitaria, y si se tercia la Facultad de Medicina o incluso la Universidad entera. Quienes lo sufriremos seremos los navarros, puesto que se iría de Navarra una las mejores universidades de España que atrae a más de 10.000 estudiantes cada año y que supone una inyección de dinero en la comunidad probablemente sólo superada por la Volkswagen. Pese a estos futuribles, el hecho es que el Opus Dei ya tiene una nueva "Clínica Universitaria de Navarra", situada cerca de la autopista A-2 en Madrid, unas instalaciones que por cierto pueden ser ampliadas.

De momento, la no renovación de este convenio con mucha probabilidad va a suponer despidos en la Clínica Universitaria que pueden suponer hasta el 25% de la plantilla, trabajadores que se van al paro y que recordemos a los vasquistas que la mayor parte de los trabajadores de la CUN no son de la Obra, y de hecho hay hasta personas de su cuerda. Con el ataque a la Universidad, el Cuatripartito no gana nada contra sus enemigos políticos, que tampoco pierden nada, porque las obras del Opus Dei no hacen política y si actúan en sociedad no pocas veces han actuado con personas, con dinero, con ideas y con espacios contra la Navarra Foral y Española. En el fondo, tampoco pierde la Universidad, que siempre tiene el recurso de irse al menos en parte. La que pierde, si esto no se arregla, es Navarra y los navarros. El gobierno euskaldún de Uxue Barkos se vuelve a lucir. Claro que a ellos una Navarra pobre y en crisis siempre les atrae para que venga Urkullu a rescatarnos.

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