jueves, 19 de mayo de 2016

Autodeterminación: Entre la fragmentación y la globalización


Los expertos en Derecho ya lo han dicho antes: El supuesto “derecho a decidir” es un concepto que no existe en ningún ordenamiento jurídico (Ver más detalle en http://sociedadcivilnavarra.com/el-inexistente-derecho-a-decidir/)    Es una expresión que se utiliza como sinónimo del derecho de autodeterminación o de secesión.  Así que no es porque políticos separatistas y oportunistas lo mencionan desde hace muchos años en sus mítines que se va transformar en una verdad, por muchas veces que lo prometan.                   
Bien, dado que dicho derecho no existe, sigamos con el sinónimo, que tiene un poco más de recorrido jurídico. El referéndum de autodeterminación se ha convertido hoy en día en un instrumento cada vez más utilizado para determinar las soberanías, y modificar el mapa político mundial.  Este proceso es la consecuencia de los principios salidos de la Revolución Francesa y del “derecho de los pueblos a disponer de sí mismos”, proclamado al final de la Primera Guerra Mundial por Wilson y Lenin.  Además, la definición es conforme a la Resolución (entre otras) nº 1514 (XV) de la Asamblea General de la ONU de 1960.

Los 14 puntos del presidente de EE.UU. Woodrow Wilson fueron una serie de propuestas realizadas en enero de 1918 que pudiesen servir de base para las negociaciones de paz con los Imperios Centrales europeos.  Se proponía establecer las bases para la paz y la reorganización de las relaciones internacionales una vez finalizada la Primera Guerra mundial. En 1919, la Sociedad de Naciones se basó, para su creación,  en los principios de la cooperación internacional, arbitraje de los conflictos y la seguridad colectiva.

Sin embargo, el principio de la autodeterminación de los pueblos que, en principio, quiere pacificar las relaciones internacionales fundándolas sobre un principio de legitimidad moderna, llega a multiplicar las guerras por un efecto perverso bien conocido de sociólogos y politólogos.  Desde 1914, eso ha desembocado en el mundo en una serie de conflictos en cadena, lo que ha llevado a que el siglo XX haya sido descrito por algunos analistas como el “el siglo de los separatismos”.  Ahí está la mayor contradicción de este principio: Buscando la paz, se encuentra la guerra. 

Además, el término “autodeterminación” ha ido evolucionando a lo largo del siglo XX entre “el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos”, por un lado, e integridad de los Estados, por otro. Hoy en día, el principio parece haber quedado fijado en la concepción territorial, rechazando el derecho de secesión para los territorios situados en fronteras estatales preexistentes, así que no cabría hacer grandes promesas electorales en España de dudoso cumplimiento.     
   
Cualquiera que sea la legitimidad supuesta de los argumentos secesionistas;  cualquiera que sea el grado de implicación de las poblaciones en el proyecto; y cualquiera que sea el territorio implicado, el éxito de un referéndum de este tipo depende siempre de su reconocimiento último a nivel internacional.  Solo este reconocimiento permite validar la expresión de los votos, y éste depende a su vez de la definición que determinen la ONU y las grandes potencias que, como acabamos de ver, no es inmutable.  Así pues, la supuesta democratización iniciada por un referéndum de autodeterminación debe ser relativizada, si entendemos por “democracia” un régimen fundado sobre la expresión popular.


Charla-debate "Derecho de Autodeterminación. Pueblos rehenes del siglo XXI: País Vasco, Irlanda y Québec”. Rosario, Argentina (año 2007). http://argentina.indymedia.org/print.php?id=519505

La causalidad y la conveniencia de los procesos de fragmentación en el mundo han sido muy debatidos por las Ciencias Sociales. En el contexto actual, mientras que el poder de los Estados cada vez está más erosionado por el de las estructuras transnacionales (organismos y empresas multinacionales) y por la emergencia de una sociedad civil cosmopolita, la fragmentación nacional  solo se entiende como el resultado de una afirmación de la propia identidad, en un mundo considerado alienante por su homogeneidad.

Por otra parte, inquieta la multiplicación de nacionalismos y la emergencia de una cierta forma de egoísmo de los pueblos, ya que la secesión está muchas veces ligada a una preocupación por un mejor bienestar económico para el propio territorio donde se vive, cuando no un rechazo a compartir las riquezas del mismo.  Este síndrome “a la lombarda” agita, por ejemplo, a grandes regiones industrializadas como Flandes, País Vasco, Cataluña y Padania. 

En este contexto de fragmentación, la Unión Europea podría servir de contrapeso, ya que ha conseguido crear un espacio unificado de soberanía compartida con mecanismos para-federales como el Parlamento Europeo, el BCE, la zona euro, el espacio Schengen, l´Eurocorps, entre otros, que podrían demostrar la capacidad de la UE para superar la partición a través de la integración.       

Sin embargo, la propia U.E. está igualmente amenazada por procesos de fragmentación en el seno de los Estados miembros, siendo  paradójico que suceda algo así dentro de un conjunto más vasto que tiende hacia una mayor integración.   Pero hay que tener en cuenta que son las mismas instituciones europeas las que suelen reforzar el surgimiento del poder regional bajo los Estados que la componen, mediante la aplicación de las políticas comunes en los más diversos ámbitos. Por ejemplo, la Política Regional (http://ec.europa.eu/regional_policy/es/) lleva muchos años  creando unas nuevas dinámicas de competencia en el seno de los territorios europeos y favoreciendo la fragmentación estatal “desde arriba”.

Una muestra de los mapas utilizados en la Comisión Europea para medir todo tipo de indicadores socio-económicos a nivel regional en la UE. http://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php/GDP_at_regional_level/es
       
Como muestra de esto, en una conferencia sobre el futuro de la Unión Europea organizada por el Gobierno de Navarra el pasado 9 de mayo en Pamplona, pudimos escuchar al Sr. Eneko Landaburu (ex_Director General de Política Regional y de Relaciones Exteriores) decir literalmente que “hace falta una revolución ciudadana de abajo arriba que pida el reforzamiento de los entes regionales y locales, puesto que los Estados han demostrado sus limitaciones”.  Es decir, una revolución ciudadana incitada desde arriba. Que cada persona extraiga sus conclusiones y lo compare con lo que todavía está por venir. 

Por último, no conviene ver globalización y fragmentación como ideas opuestas. En efecto, la fragmentación sería más bien un intento de recomposición del poder, de las jerarquías, de las organizaciones y de las marcas territoriales dentro de los procesos actuales de globalización. El instrumento de la autodeterminación debilita más todavía la capacidad de decisión política de los Estados frente a los nuevos poderes transnacionales que gobiernan el mundo, y los movimientos separatistas están siendo cómplices de ello en unos procesos donde, lo que se dice decidir, la ciudadanía decide muy poco. 


Referencias:


Calíope

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