viernes, 5 de mayo de 2017

Euskadi, los ladrones de cuerpos y otras historias de ciencia ficción


“La invasión de los ladrones de cuerpos” es un film de terror y ciencia ficción en el que se narra el comportamiento progresivamente extraño de las gentes de una pequeña localidad típicamente americana. Contada por su propio protagonista, éste y sus acompañantes descubrirán aterrados el origen del misterio: unas vainas, de procedencia extraterrestre, duplican a los humanos dormidos, suplantándoles en un proceso semivegetal. Las réplicas, aparentemente perfectas, carecen de emociones: simulan ser siendo las mismas personas, pero su racionalidad y sus emociones ya no son humanas, respondiendo a una voluntad de dominio y eliminación de los primitivos habitantes (perdón por el spoiler).

Se trata de una de las más grandes películas de serie B de la historia del cine, dirigida por Don Siegel en 1956.

Y todo esto, ¿a cuenta de qué?: pues que las palabras no son indiferentes y su empleo tiene consecuencias; y de las similitudes contextuales en su día interpretadas y, tal vez hoy, aplicables. El valor de los símbolos y las imágenes en el análisis de los comportamientos, en suma. El lujazo del buen cine.

Navarra es imprescindible para el proyecto de construcción panvasquista que persigue la Euskadi o Euskal Herria de sus sueños y pesadillas.

El ex-lehendakari Juan José Ibarretxe afirmó en su día que ambos términos -para él- significaban lo mismo. No entraremos en esta ocasión en tan significativa querella interna, para centrarnos en el término Euskadi.

Se trata de un neologismo, fruto de la fértil calentura mental de Sabino Arana, elaborado con la pretensión de denominar a un pueblo «que carecería de nombre en su propio idioma».

Conforme explican, entre otros Pio Moa y Jesús Lainz, conservando la raíz euzko (relacionado según su criterio con eguzki, “el de sol”, una percepción supremacista y exclusivista de resonancias orientales) Arana añadió el sufijo –di, incorporando al nuevo término la idea de pueblo y tierra (común a todos los dialectos vascos), transformándose fonéticamente en Euzkadi. Pero como el sufijo –di se aplica únicamente a vegetales, los vascos quedarían reducidos a un nivel de plantas vegetales. Por ello, Unamuno escribió al respecto lo que sigue: «es un terminacho espurio y disparatadísimo (...) parece querer decir que los tales euzkos se tiene por árboles, no sabemos de qué clase. Es como si al pueblo español le llamáramos la españoleda...». Don Miguel, siempre tan lúcido y tan claro…

Neovascos y vegetales: un término-motor del nacionalismo panvasquista en su origen etimológico; aunque no les guste recordarlo y “pasen” del tema.

Me dirán ustedes que ambos episodios –el film de terror y esta otra película, también de terror- tendrían poco que ver: negamos la mayor.

El film de Don Siegel se enmarca en el contexto histórico de la famosa “Caza de Brujas” de McCarthy: cualquiera podría ser el enemigo [comunista] latente. Y había que delatarlo: un vecino, un familiar, el comerciante del barrio, el padre del amigo de tus hijos…

Exteriormente -en el mítico film- estos humanoides vegetales manifestaban aspecto y comportamientos humanos, pero ya no eran tales: su humanidad se había evaporado y con ella la razón, voluntad y empatía. Tales criaturas, únicamente, servían a un propósito de invasión y conquista… sin importar las pérdidas y mediante un sorprendente sistema de señalamiento y linchamiento de los “humanos” no asimilados; digámoslo ya, los disidentes. ¿Les va sonando la película… de terror? ¿Aquí, en Navarra?

Cuando se intenta explicar a personas procedentes de otras latitudes el fenómeno del nacionalismo panvasquista -de sus cambios antropológicos en el comportamiento individual y grupal, sus ritos colectivos, ideales compartidos, sus “sacrificios” humanos y su “vigilantismo” social (la hipermilitancia tan característica y que tanto choca a los ajenos a estas circunstancias)- suele emplearse el símil del reseteamiento del disco duro. Pero en modo “humano”. Era –es- como nosotros, pero ya no se comporta como antes. Algo ha pasado…

Los panvasquistas son seres humanos como nosotros. Faltaría más. Pero su afectividad ha cambiado: han perdido empatía, discriminan, acusan, juzgan y en ocasiones ejecutan, sirven a un interés común y superior. Se identifican gratamente entre ellos y señalan a “los otros”. Arrastran, en todo ello, a propios y ajenos. Y todo gracias a una “infección” ideológica. No es exclusivo de ellos: todo totalitarismo produce efectos análogos, al igual que sectas de cualquier tipo y otros comportamientos colectivos patológicos.

El cine permite soñar, viajar en el tiempo y el espacio, ponerse en el lugar de otros, tener experiencias nuevas, abrirse al mundo para conocerlo e interpretarlo.

Se lo juro: cuando visualizo “La invasión de los ladrones de cuerpos” no puedo dejar de pensar en mi vecino abertzale… y sus inquietantes amistades y costumbres. Y en Marijó Deogracias.

Sila Félix

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