viernes, 13 de abril de 2018

El manifiesto de cien intelectuales (franceses) contra el separatismo islamista


Somos ciudadanos de opiniones diferentes, y muchas veces opuestas, que nos hemos puesto de acuerdo para expresar, aparte de toda actualidad, nuestra inquietud frente al aumento del islamismo.  No son nuestras afinidades las que nos reúnen, sino el sentimiento de que un peligro amenaza la libertad en general, y no solamente la libertad de pensar. Lo que nos reúne hoy es más importante que lo que es probable que nos separe mañana. 

El nuevo totalitarismo islamista busca ganar terreno por todos los medios y a presentarse como víctima de la intolerancia.  Hemos podido observar esta estrategia cuando el sindicato de enseñanza SUD-Éducation-93 proponía hace unas semanas un curso de formación con talleres de reflexión sobre el “racismo de Estado”, prohibiendo la entrada a los “blanco/a.s”. Algunos monitores eran miembros o simpatizantes del Colectivo contra la islamofobia en Francia y del Partido de los Indígenas de la República (PIR).  Ejemplos como éste se han multiplicado en los últimos tiempos.  Así, hemos sabido que la mejor manera de combatir el racismo sería separar las “razas”.  Si esta idea nos choca, es que somos todos republicanos.  

También escuchamos que, puesto que las religiones son pisoteadas en Francia por una laicidad “instrumentalizada”, hay que dar a aquella que es minoritaria, es decir, el Islam, un lugar especial para que deje de ser humillada. La misma idea continúa así: parece que, cuando las mujeres se cubren con un velo, estarían protegiéndose de los hombres, y que ponerse aparte les permite emanciparse.   El punto en común de estas proclamas es pensar que la única manera de defender a los “dominados” (no es vocabulario nuestro sino el de SUD-Éducation-93) sería ponerles aparte de los otros, y darles privilegios. 

No hace mucho tiempo, el apartheid reinaba en Sudáfrica.  Basándose en la segregación de la raza negra, el país quería disculparse creando unos bantustanes donde se les concedía una autonomía ficticia. Un sistema así ha desaparecido, felizmente.  Pero resulta que hoy hay un apartheid de nuevo cuño que se le propone a Francia, una segregación al revés según la cual los “dominados”  conservarían su dignidad buscando refugio respecto a los “dominantes”.  Entonces, ¿quiere esto decir que una mujer que se quita el velo y sale a la calle sin él tendría problemas?  ¿Quiere decir que una raza que se relaciona con las otras sería humillada?  ¿Quiere decir que una religión que acepta ser una entre tantas otras perdería su dignidad? 

Y en cuanto a los franceses musulmanes, o de cultura musulmana sin ser creyentes, que aman la democracia y quieren vivir con todo el mundo, ¿el islamismo ha previsto ponerles en un lugar aparte a ellos también?  Y las mujeres que se niegan a estar encerradas, ¿quién decidirá por ellas?  Y los demás, aquellos que no merecen por lo visto ser protegidos: ¿estarán bajo llave en el campo de los “dominantes”? 


Todo esto choca de frente con lo que se ha trabajado en Francia para garantizar la paz civil.  Desde hace tiempo, la unidad del país se ha fundado sobre la indiferencia respecto a los particularismos que pudieran ser causa de conflicto.  Eso que se llama el universalismo republicano no consiste en negar los sexos, las razas o las religiones, sino en definir el espacio cívico con independencia de ellos para que nadie sea excluido. 

Y ¿cómo no ver que la laicidad protege también las religiones minoritarias?  Ponerla en peligro nos expone a la vuelta a las guerras de religión.  

¿Para qué puede servir este segregacionismo de nuevas formas? ¿Debe solamente permitir a los « dominados » salvaguardar su pureza viviendo entre ellos mismos?  ¿No tiene como objetivo afirmar la secesión respecto a la comunidad nacional, de sus leyes y de sus costumbres?  ¿Acaso no es la expresión del odio mejor representado contra nuestro país y nuestra democracia?    

Que cada persona viva según la ley de su comunidad o de su casta y en el desprecio a la de los demás, que cada uno sea juzgado solo por los suyos, esto es contrario al espíritu de la República.  Esta fue fundada sobre el rechazo a los derechos privados aplicados a categorías específicas y exclusivas, y sobre la eliminación de los privilegios.  Las mismas leyes para todos nosotros, esto es lo que nos garantiza la República.  Lo que llamamos, simplemente, la Justicia. 

El nuevo separatismo avanza disfrazado.  Quiere parecer benigno, pero es en realidad el arma de la conquista política y cultural del islamismo.   El islamismo quiere estar aparte puesto que rechaza al resto de la sociedad, incluyendo a los musulmanes que no comparten sus puntos de vista.  El islamismo detesta la soberanía democrática ya que le niega toda legitimidad.  El islamismo se siente humillado cuando no es él quien domina. 

No hay ninguna razón para aceptar esto.  Queremos vivir en un mundo completo donde los dos sexos se miran sin sentirse insultados por la presencia del otro.  Queremos vivir en un mundo completo donde las mujeres no son juzgadas como inferiores por naturaleza. Queremos vivir en un mundo completo donde las personas pueden relacionarse sin temerse.  Queremos vivir en un mundo completo donde ninguna religión sea quien mande. 

Traducido por Calíope

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